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lunes, 29 de agosto de 2011

Problemas Sistémicos


¿Alguien puede escribir su RUT, en números romanos?
Cuando el Imperio Romano dominaba el mundo, los matemáticos parecieron extinguirse: Atrás quedaron las ideas extraordinarias de los matemáticos griegos. Arquímedes, Pitágoras y Euclides se convirtieron en fantasmas. ¿Qué paso?
Los números que usaban, limitaron enormemente las posibilidades de los romanos para explorar las matemáticas y la ciencia. La solución era simple-cambiar el sistema numérico-pero no era evidente. Los romanos no se dieron cuenta de que tenían un problema sistémico, porque estaban tan acostumbrados a sus números que no pensaron en cambiarlos.
Como el pez que no ve el agua alrededor...o acaso como nosotros que no vemos el aire contaminado que respiramos. Los problemas sistémicos parecen invisibles, porque estamos tan habituados a los sistemas que usamos que normalmente, los árboles no nos dejan ver el bosque.
El sistema decimal, basado en los dígitos de nuestras manos, es más natural para los humanos, pero tiene limitaciones. Las máquinas, construidas con circuitos electrónicos, operan mejor con un sistema binario. La tecnología nos obligó a usar otro sistema numérico, pero necesitamos traducir aquellos 1s y 0s en información que comprendamos para que sea útil.
Aunque no nos demos cuenta, vivimos limitados por los sistemas que adoptamos, y sus paradigmas, y no percibimos nuestras restricciones hasta que comenzamos a detectar anomalías que no calzan con la realidad.
¡La educación tiene un problema sistémico! Por eso es tan difícil encontrar una solución. Y creo que de eso hablan los estudiantes cuando piden cambios estructurales. Intuyen que se requieren cambios profundos en los paradigmas. Saben que el sistema educacional no funciona y aunque no saben como solucionar el problema, sí saben lo que no quieren: ¡Más de lo mismo!
Hay muchos ejemplos de cambios sistémicos que cambiaron nuestra forma de entender al mundo, pero quisiera repasar los cambios que nos pueden servir de ejemplo.
Durante mucho tiempo, pensamos que la tierra era el centro del Universo. El sistema geocéntrico era obvio...para quienes no estudiaban los movimientos de los astros.
Luego, Copérnico desafió las creencias cuando propuso el sistema heliocéntrico, que puso al Sol, al centro del Universo. Sabemos que la Iglesia lo obligó a retractarse. Y que solo hace pocos años fue absuelto de la herejía. Es que cuesta mucho aceptar que estábamos equivocados.
Ahora sabemos que el Sol es una estrella entre millones, en un rincón de la Vía Láctea. Que a su vez, es una pequeña galaxia en la inmensidad de un Universo tremendamente complejo, lleno miles de millones de galaxias y de misterios que nos parecen infinitos.
Nuestra visión del lugar que tenemos en el Universo se ha vuelto menos egocéntrica y mucho más compleja.
En la educación está pasando algo similar:
Durante mucho tiempo, pensamos que el profesor era el centro de la Educación. El especialista, dueño de la verdad, que impartía sus conocimientos y definía aquello que debíamos comprender. Lo importante era enseñar bien. Y diseñamos un sistema educativo industrializado, fragmentado, estandarizado, competitivo y jerarquizado. Un sistema que giraba alrededor del profesor que enseña.
Cuando las limitaciones del modelo se hicieron evidentes, algunos pensamos que el estudiante debía ser el centro de la Educación. El estudiante debía aprender. Y recién, estamos diseñando sistemas educativos personalizados, holísticos, participativos, colaborativos y diversos. El sistema debe girar alrededor de los talentos e intereses del estudiante y darle la responsabilidad de dirigir su propia formación.
Hay mucha inercia en el sistema educacional y los cambios demoran mucho. Cuando aun no terminamos de aceptar este nuevo paradigma, los resultados empíricos nos sugieren que necesitamos ajustar nuevamente nuestros postulados. El estudiante no es un ser aislado, está interconectado íntimamente con su entorno social.
Por eso, ahora, estamos desarrollando un modelo verdaderamente revolucionario, con la familia al centro de la Educación. Los resultados académicos están tan estrechamente relacionados con el capital cultural del estudiante que pensamos que es necesario intervenir en la familia y el entorno social inmediato del estudiante. Sostenemos que una buena educación debe ser contextual y sustentable. Y que hay que enterrar los viejos paradigmas y atreverse a mirar los problemas como oportunidades.
Estamos jugando con ideas novedosas:
  • ·      Aceptar un postulante, implica aceptar a la familia.
  • ·      Exámenes de personalidad para ingresar.
  • ·      Títulos con fecha de vencimiento para asegurar la educación continua.
  • ·      Pruebas que piden preguntas en lugar de respuestas.
  • ·      Tareas interfacultades para demostrar la interconexión de las disciplinas.
  • ·      Proyectos mutantes...que hagan pensar, reflexionar y botar las anteojeras.

¿Un ejemplo?

Imaginemos que nos encontramos un ser extraterrestre. Se llama No-E y viaja en su nave Ar-K. Nos cuenta que ha sido enviado para darle al ser humano otra oportunidad. Debe seleccionar personas, para llevarlas a otro planeta donde piensa construir una civilización que desarrolle el verdadero potencial del ser humano. Escogerá de entre nosotros, solo un profesor, cuya misión será construir una educación más justa y sustentable. Para esto, solo podremos llevar una maleta con 5 elementos. Elegirá a aquel que demuestre que su equipaje le permitirá construir una educación de calidad...

Si deciden aceptar el desafío, les ruego que nos envíen una lista con su equipaje. Pueden recibir ayuda de sus familias, amigos reales y virtuales. Pero les advierto que si alguien pone dentro del listado algo así como INICIA, PSU o Agencia de Acreditación...será eliminado inmediatamente.

Queremos recibir ideas interesantes, ¡necesitamos inspiración!


jueves, 11 de agosto de 2011

El modelo de gestión educacional


Soy partidario de la libertad y de la responsabilidad individual. Durante muchos años trabajé en el directorio del Grange, convertido en la práctica en un “think tank” donde todos actuábamos convencidos de que la calidad de la educación sería el factor más importante en el desarrollo económico de nuestro país.
En dicho directorio, analizamos en profundidad las limitaciones del capitalismo, con especial énfasis en la educación. Revisamos los paradigmas fundamentales de los sistemas vigentes. Una economía de libre mercado genera, por su propia naturaleza, inequidad. Premia al que se esfuerza, trabaja y se arriesga en emprendimientos que contribuyen a aportar valor a la sociedad y también castiga al flojo. Este tipo de inequidad, derivada de la capacidad productiva de las personas es razonable, aconsejable y justa.
No obstante, hay inequidades que se producen por abusos, por privilegios, por poder, por contactos e incluso por amistocracia. Este tipo de  inequidad es poco ética y sencillamente inaceptable. Estas injusticias han contaminado el sistema de tal modo que la calle se ha rebelado en contra de todas las autoridades. Un fenómeno que trasciende nuestras fronteras.
La pésima evaluación de los políticos, de los empresarios, del sistema judicial, del sistema de la salud y de la educación, son síntomas de una sociedad materialista, cortoplacista e injusta. Una sociedad que valora a sus miembros por lo que tienen y no por lo que son. Una sociedad con desigualdad producto de faltas a la ética. Esta sociedad entró en crisis. Y la revolución ya comenzó.
Que el modelo imperante ha fracasado por excesos de algunos y permisividad de otros es más evidente en la educación. De allí que los jóvenes se manifiesten.
Veamos como se gestó el descontento en nuestro país:
Hace algún tiempo, Chile necesitaba más y mejores profesionales. El Estado no tenía recursos ni la capacidad para aumentar significativamente la educación superior. Se autorizó entonces, la creación de Universidades Privadas, sin fines de lucro.
Décadas después, la sociedad protesta en contra de un sistema injusto. Tenemos más profesionales, es cierto, pero ¿mejores? La mayoría piensa que no. Y es probable que tengan razón, pero sus demandas yerran. Ni el fin del lucro, ni la estatización, ni la gratuidad, garantizan la calidad. Y aunque todas estas demandas apuntan hacia el verdadero culpable: el modelo de gestión educacional, las autoridades no han interpretado correctamente ni esta señal, ni la frustración expresada en las manifestaciones multitudinarias.
Es bastante obvio que un modelo sustentable de gestión educacional, debe priorizar la calidad de la educación. En ese modelo, la institución contrata a los mejores profesores y así, consigue prestigiarse. Ello le asegura mayor demanda, lo que redunda en excedentes financieros. Si estos excedentes se reinvierten (completamente-caso de las instituciones sin fines de lucro-o al menos parcialmente) en seguir mejorando la calidad de la educación impartida, se logra un modelo de gestión virtuoso, que apunta hacia la excelencia de los educandos.
Hay instituciones educacionales, con autoridades bien inspiradas, que aplican este modelo de gestión de calidad. Algunas particulares; otra públicas. Algunas sin fines de lucro; otras que destinan una pequeña parte de sus excedentes a justificar el emprendimiento. Algunas son financiadas por el Estado (gratuitas) y otras financiadas por las familias de los estudiantes. La mayoría de ellas son instituciones prestigiosas porque aspiran a la educación de excelencia.
Lamentablemente, cuando el modelo de gestión se enfoca como un negocio y prioriza los excedentes financieros, se tiende a cobrar caro por el servicio y a pagar mal a los empleados. Este enfoque apunta en la dirección equivocada. Los mejores profesores emigran y la institución se desprestigia. Así, la demanda disminuye. En estas condiciones, se presiona para bajar aun más los costos y se cae en un círculo vicioso que solo puede otorgar educación de mala calidad.
Hay que reconocer, hidalgamente, que son muchas más las instituciones que son gestionadas con el modelo equivocado, sin preocupación por la calidad y que contribuyen a aumentar la sensación de injusticia, de frustración y de impotencia que los jóvenes expresan con marchas, cacerolas y con violencia. Es urgente corregir esto.
Cuando los legisladores exigieron Universidades sin fines de lucro, apuntaban a evitar el conflicto de interés entre generar excedentes y la calidad de la educación. Implícitamente, proponían el modelo de gestión virtuoso, cuya primera prioridad era la Calidad. Tal vez no estaríamos en este atolladero si en aquella ocasión, en lugar de estigmatizar al lucro, se hubiesen limitado a autorizar solo Universidades con fines de calidad.
Creemos que si los modelos de gestión educacional estuviesen orientados a privilegiar la calidad, por sobre otras consideraciones, la sensación ambiente sería totalmente distinta. También creemos que la forma de sofocar esta revolución es inculcar principios éticos en la gestión empresarial. Los propios empresarios tenemos la responsabilidad de respetar el “fair play” y denunciar a los pocos inescrupulosos que han contaminado la gestión con malas prácticas. Y por supuesto, que tenemos la responsabilidad de orientar nuestros esfuerzos a lograr productos de excelencia, en cualquier ámbito de acción. Esta es la única forma de construir una sociedad sustentable. De allí la necesidad urgente de incluir la formación valórica en los contenidos esenciales y a la edad más temprana posible.
El mensaje debe ser fuerte y claro: El fin no justifica los medios.