Página del autor en Amazon

miércoles, 31 de julio de 2013

Educar para expandir la conciencia


La humanidad está enfrentando una profunda crisis de carácter sistémico. Prueba contundente de que nuestra cultura, no ha evolucionado a la par con nuestro progreso científico-tecnológico. Necesitamos madurar como especie. Necesitamos urgentemente, expandir nuestra conciencia.
Esta es la tarea fundamental de la educación: generar un proceso individual de expansión de conciencia para actualizar la forma en que interpretamos la realidad, en función de los recientes descubrimientos de la ciencia y progresivamente construir una cultura que integre armónicamente nuestra exquisita diversidad.
Cada uno de nosotros construye un “mapa” único en función de nuestra historia y experiencias. Vemos la realidad a través de nuestros propios anteojos. Todos únicos e irrepetibles.
Nuestras diferentes perspectivas, valiosas desde el punto de vista de la multiplicidad de posibilidades, generan problemas cuando se trata de ponernos de acuerdo, puesto que se basan en premisas distintas. No lograremos estructurar una sociedad que nos permita vivir en armonía, a menos que logremos comprender como se construyen y lo que representan nuestros diferentes mapas de la realidad.
Por eso, necesitamos una educación que trascienda el modelo tradicional jerarquizado de transmisión de información, que supere la propuesta moderna de la eficiencia industrial estandarizada y acepte la diversidad del postmodernismo. Necesitamos una educación nos ayude a construir una cosmovisión lo más sistémica posible. Necesitamos un modelo de formación integral.
Pensamos que la educación integral, debe enfocarse en expandir la conciencia del estudiante. Gradual y progresivamente. Ampliando continuamente la perspectiva y permitiendo que el estudiante procese conscientemente cada vez, mayor cantidad de información.
Necesitamos incorporar en este nuevo modelo educativo los conocimientos recientes de la biología: que todos los sistemas orgánicos son dinámicos; que la evolución cambia al mismo tiempo al organismo y al medio; que el equilibrio de nuestro ecosistema es frágil; y que necesitamos desarrollar una conciencia planetaria.
También requerimos aprovechar los asombrosos avances de la neurociencia: comprender como funciona nuestro cerebro, investigar la neuroplasticidad y las neuronas de la empatía para educar las emociones, desarrollar las habilidades blandas y  potenciar las relaciones interpersonales. Necesitamos desarrollar un modelo para el aprendizaje continuo.
Por último, debemos comprender que la ciencia de la complejidad, con su infinita red de relaciones y consecuencias; sus equilibrios efímeros, atractores extraños y propiedades emergentes nos presenta un escenario educacional abierto, dinámico y extremadamente sensible.
Con las novísimas herramientas que nos prestan estas ciencias duras, estamos en condiciones de rediseñar la educación, ya no para procesar información, sino para expandir la mirada de nuestros estudiantes y prepararlos para vivir en el bienestar personal, colectivo y planetario.
Ha llegado el momento de diseñar una educación para la expansión de consciencia.

viernes, 26 de julio de 2013

El capital cultural


Sospecho que la acidez que está destilando la pluma de Cristián Warnken en sus columnas de opinión, tiene directa relación con la belleza de su pensar. La vida lo ha bendecido, con una inteligencia privilegiada; o tal vez, lo ha castigado con un siniestro rigor que lo insta a mirar desde una perspectiva muchísimo más crítica. No lo sabemos. Lo que sabemos es que posee un enorme capital cultural y que la sabiduría que le permite esa gran riqueza intelectual lo ha impulsado a invitarnos a reflexionar acerca de cómo estamos viviendo.
Tiene razón. Con toda la elocuencia que permite nuestro idioma, nos advierte periódica y categóricamente, sobre los riesgos de la superficialidad. Estamos literalmente nadando en un mar de información. Y lejos de aprovechar la extraordinaria belleza que nos ofrece aquel nuevo mundo submarino de la era informática, nos quedamos nadando en la superficie, como si dependiéramos del hedonismo y de la inmediatez para vivir.
Su clamor debiera despertarnos. Como despertó él, al renunciar a vivir preocupado del rating. Como nos despertó a nosotros cuando abandonó el decanato de una Facultad de Educación, para seguir su propio camino, largo, sinuoso, solitario y profundo. Me pregunté entonces porqué se desilusionó de la educación. Y las respuestas que me he dado, no me gustan…
¿Se habrá dado cuenta que la educación está fatalmente infectada de esa superficialidad que tanto condena?
Puede ser. Es cierto que el sistema educativo se conforma con que pasemos las pruebas. Que el examen ha perdido relevancia; que la reflexión profunda no tiene cabida en la escala de notas; que medimos conocimientos efímeros, que se desvanecen de nuestra memoria antes de que salgamos de inmerecidas vacaciones. Es efectivo que el sistema educativo es puro maquillaje que esconde la fealdad de nuestro escuálido capital cultural.  Es indiscutible que las innumerable pruebas estandarizadas solo exigen un esfuerzo mediocre y que sus pésimos resultados solo comprueban algo que no nos atrevemos a confesar. Algo que preferimos esconder debajo de la alfombra, o ropa sucia que preferimos lavar dentro de nuestras instituciones.
Esos resultados, con que supuestamente medimos la calidad del sistema educativo, simplemente son reflejo del capital cultural de nuestras familias. Ese capital que hemos dilapidado viendo programas de baile juvenil y teleseries llorosas; o carreteando o chupando frente a una parrilla; o aceptando ver interminables tandas publicitarias engañosas que programan nuestros deseos y deforman nuestro criterio presentándonos  mundos mentirosos. Ese capital cultural que nuestra generación ha perdido en una vida veloz y superficial. Ese capital que hemos heredado de nuestros abuelos lectores y olvidado en bibliotecas añejas.
Aunque no queramos reconocerlo, los mediocres resultados que obtienen nuestros hijos en las pruebas estandarizadas, no demuestran la calidad del establecimiento educacional en que pasan algunas horas del día. Más bien reflejan el vocabulario aprendido en las casas, el nivel de la conversación entre padres e hijos, la importancia que en nuestros hogares damos a la lectura y al conocimiento; reflejan inequívocamente, la cultura superficial en la que vivimos.
Ningún colegio es capaz de revertir los años de infancia superficial y tampoco ninguna universidad puede compensar los años de juventud insensata. Ningún profesor puede sustituir el ejemplo de los padres.
Hemos decidido culpar a alguien y encontramos al perfecto chivo expiatorio. La educación.
Los jóvenes claman por una educación de calidad, sin querer reconocer que para recuperar el capital cultural o el tiempo perdido hay que esforzarse e invertir en lectura, estudio y reflexión.
La verdad es que están acostumbrados a protestar cuando no reciben lo que quieren. Los padres los apoyan porque íntimamente saben que ellos se han equivocado. Les han querido facilitar el camino y nos les enseñaron el valor del esfuerzo y de la responsabilidad.
Estamos viviendo una época de profunda transformación social. La educación se ha masificado y muchos estudiantes son primera generación en la educación superior. Esos estudiantes juegan en una cancha desnivelada. Es cierto. Pero si comprendieran que para luchar contra ese desnivel es mejor invertir en su propio capital cultural que protestar, emparejaríamos la cancha mucho más rápido.
También es cierto que se requieren transformaciones en el sistema educativo, pero el cambio no debe ir hacia la mayor competencia, la gratuidad o al menor esfuerzo; el cambio debe incrementar el capital cultural de esta generación, debe ir en dirección al rigor y la exigencia, a la profundidad del conocimiento, a la cooperación y al respeto hacia la vida.
Solo así recuperaremos la capacidad de reflexionar, aquello que supuestamente distingue al homo sapiens.

viernes, 19 de julio de 2013

La nueva educación

Hay 5 disciplinas que pueden aportar ideas frescas para el urgente rediseño de nuestro sistema educacional:
  1. La evolución: Una de las principales ideas que enriquecen a la educación, desde la perspectiva evolutiva es el cambio permanente. Todo está cambiando. Todo proceso educacional debe consistir en ayudarnos a adaptarnos al cambio inevitable. Heredar, de generación en generación, herramientas que permitan a nuestros jóvenes enfrentar el futuro con mejores posibilidades. Todo proceso es dinámico y la educación no debiera ser una excepción. Cualquier rigidez o situación estática en los procesos educativos está condenada al fracaso.
  2. Las Neurociencias: Los recientes avances de la neurociencias nos permiten comprender mejor como funciona nuestra mente. Nos demuestra la importancia de la plasticidad en los procesos cognitivos y que nuestra capacidad de procesar información depende de nuestra historia. Entonces comprendemos que la educación debe comenzar desde la concepción y continuar siempre; porque mientras vivamos, conservamos la capacidad de aprender. Todo proceso educacional debe ser continuo y plástico.
  3. La Ciencia de la Complejidad: Los problemas de la vida real, entre ellos los ambientales, sociales, económicos y especialmente, los educacionales son complejos. Es decir, intentan ordenarse buscando algún equilibrio, por momentaneo que sea. Demuestran que el todo es más que la suma de las partes. Y además, son extremadamente sensibles ante el cambio continuo. En educación, hoy reconocemos que todo está conectado. Sin embargo, todos los procesos educacionales están fragmentados. Esto es algo que hay que corregir.
  4. La Dinámica espiral: Este modelo de desarrollo humano, válido para individuos, organizaciones, comunidades, naciones e incluso para la humanidad, nos propone que consideremos a la educación como un proceso de expansión de la conciencia. Todo tiende a expendirse, y como dice su nombre en una dinámica cíclica expansiva. La educación debiera ser vista entonces como un proceso de desarrollo continuo en etapas que corresponden a distintos niveles de consciencia. Un proceso de maduración.
  5. El enfoque integral: Reconociendo que el mapa no es el territorio, este enfoque nos advierte de la subjetividad inevitable de nuestros sentidos y que para ampliar nuestra perspectiva es necesario procesar diferentes puntos de vista. Cada punto de vista nos aporta una historia e información relevante, pero parcial, que enriquece nuestro mapa de la realidad. Necesitamos diseñar la nueva educación con una visión panorámica, integrada e interrelacionada.
Cada una de estas ideas, puede generar una discusión interesante por si misma y más adelante exploraremos sus repercusiones, pero en este momento prefiero intentar redefinir a la educación, considerándola desde una mirada interdisciplinaria:
La nueva educación, debe ser un proceso permanente, dinámico, plástico y complejo de expansión integrada de los diferentes aspectos de nuestra conciencia, tanto en términos individuales como colectivos.