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sábado, 30 de agosto de 2014

Sobre los hombros de Einstein


Einstein comprendió a Darwin. Hace más de un siglo propuso la idea del espaciotiempo. Aquella proposición de que vivimos en 4 dimensiones: las 3 dimensiones espaciales, más una dimensión temporal, es una visión que aun no terminamos de asimilar. Seguimos comportándonos y educándonos como si viviéramos en un espacio aristotélico de 3 dimensiones. Seguimos considerando la vida como un fenómeno estático.
Continuaremos nuestro caminar sobre los gigantes, mirando la educación a partir de los hombros de Albert Einstein y su idea del espacio-tiempo. E intentaremos insistir que una educación de calidad, debe enseñarnos a vivir en la dimensión temporal.
Comprender que habitamos en el rio del tiempo, nos permite vernos a nosotros mismos como una historia. Vamos cambiando, molecular, física, mental y emocionalmente. Somos un proceso. Tomarse en serio esto, nos conduce a una serie de conclusiones. Somos el resultado de las decisiones que hemos tomado en nuestro viaje por el tiempo. Somos responsables de nuestro presente. Hemos construido nuestra actual identidad, en el pasado. Y nuestro futuro es un cúmulo de posibilidades que dependen de lo que hagamos en el presente.
La educación debe enseñarnos a ver las consecuencias de nuestros actos. Nos debe entregar una perspectiva de largo plazo. Y ayudarnos a tomar decisiones en función de una pregunta clave:  ¿Nos da más tiempo?
Nuestro principal recurso es el tiempo. Todos tenemos 24/7, pero no sabemos cuando el tiempo se nos acaba. Y la educación nos debe enseñar a maximizarlo.
La educación valórica, los hábitos saludables, la cultura ciudadana, el bienestar personal y colectivo, la sana economía y la sustentabilidad, son disciplinas que debiera contemplar la tempo-educación.
El verdadero progreso de la humanidad se mide en longevidad. El aumento en nuestra expectativa de vida, nos da mejores oportunidades. Nuestras experiencias personales son experimentos irrepetibles. Debemos aprovecharlos bien. Para desarrollarnos mejor y para profundizar en nuestros aprendizajes. La sabiduría es aprendizaje que se cuece progresiva y lentamente.
Se trata de desarrollar una mirada de largo plazo. En la medida que regalemos a las nuevas generaciones, más tiempo, estaremos dándole al ser humano, mejores oportunidades.
Nuestros jóvenes, impacientes e inmediatistas, creen que tienen tiempo de sobra. Se equivocan, pero no lo saben.
Nuestros políticos salvo honrosas excepciones, están concentrados en los procesos eleccionarios y no tienen la atención puesta en el futuro profundo. Se apresuran, pero no lo saben.
Nuestros profesores, están atrapados en un sistema industrial medido en función de resultados académicos que no consideran la historia ni el contexto y lo que es peor, la dimensión temporal. Condenan a sus estudiantes a prepararse para el pasado, pero tampoco lo saben.
Todos somos culpables de la educación estática y tridimensional que hemos construido. Todos tenemos la responsabilidad de transformarla en un proceso dinámico que nos enseñe a vivir la dimensión temporal.
Estamos pensando en una educación que nos ayude a administrar mejor nuestro tiempo, que nos induzca a priorizar y nos invite a ser eficientes con cada minuto, permitiéndonos tener más tiempo para desarrollarnos:
Tiempo para vivir
Tiempo para madurar
Tiempo para reflexionar
Tiempo para disfrutar
Tiempo para procesar la información
Tiempo para formar hábitos saludables
Tiempo para afinar los sentidos
Tiempo para generar empatía
Tiempo para ampliar la mirada
Tiempo para expandir la consciencia
Tiempo para ser la mejor versión de nosotros mismos.

domingo, 24 de agosto de 2014

El fallo de la corte de apelaciones


Internet ha cambiado el mundo. Más rápido y profundo de lo que percibimos en la superficie. Las estructuras jerárquicas están perdiendo prestigio y poder. La política y la democracia son prueba de ello. Podemos considerar que el cambio cultural más profundo en siglos han sido las redes sociales. Nuestros jóvenes, nativos digitales, tienen otros valores. Han aprendido a relacionarse en un mundo no jerárquico, interconectado, instantáneo, transparente y colaborativo. Todos quieren participar, aunque no necesariamente quieren identificarse. El anonimato es frecuente. Los seudónimos que usan en internet, algunas veces se transforman en capuchas en el mundo real. Ahí está el problema. 
Los movimientos sociales responden a la lógica y los principios del mundo digital y por eso tienen sus propias reglas y cuestionan el principio de autoridad.
Estamos en un conflicto generacional
Sus demandas por una educación de calidad fueron compartidas por la habitualmente silenciosa gran mayoría, lo que los hizo caer en la trampa de creerse dueños de la verdad. De allí a transformarse en fundamentalistas, sin consideración por los derechos de las minorías, hay un paso muy pequeño.
Con las tomas de colegios, el gobierno se ha visto superado. Ha debido intervenir el poder judicial, donde prima una perspectiva de más largo plazo y aun se recuerda el alto precio que nuestro país pagó cuando se trataron de imponer posturas en base a la violencia. El fallo de la corte de apelaciones que acoge un recurso de protección en contra de las tomas, reitera el derecho de todos a educarse y acepta la libre expresión, pero condena la violencia y nos hace reflexionar sobre la necesidad de convivir con respeto mutuo.

Más sabe el diablo por viejo que por diablo...


Sabio consejo para una sociedad que aun no termina de reconciliarse y que debe enfrentar los procesos de cambio con respeto y con responsabilidad. Los valores del mundo real son producto de una historia larga pero plagada de errores. No cometamos los mismos errores del pasado por la inmediatez que exige el mundo virtual. En la gradualidad de las reformas hay una  oportunidad para construir un Chile para todos los chilenos. Así debe leerse el fallo. Un consejo para los jóvenes: paciencia. Una advertencia para los mayores: consenso. Un deseo para todos: armonía.

lunes, 18 de agosto de 2014

La soberbia y los mapas en blanco

Los cisnes negros son acontecimientos improbables e impredecibles que cambian dramáticamente el escenario...
Somos soberbios al medir nuestro conocimiento porque no estamos conscientes de nuestra infinita ignorancia. Creemos que sabemos, pero no percibimos ni el contenido ni la magnitud de lo que desconocemos.
Somos soberbios porque pensamos que somos competentes antes siquiera de intentar una acción. Toda acción se basa en una ilusión. La ilusión de competencia. Ni siquiera nuestra incompetencia nos convence. Encontramos una explicación para nuestros errores. Creemos tener razón, porque no interpelamos nuestras falsas creencias. Demasiado soberbios para cuestionar certezas que ni siquiera nos pertenecen, sino que hemos adoptado de otros, sin reflexionar. Peor aun, nos creemos superiores y pensamos que por serlo, tenemos derecho a imponer nuestras certezas sobre los demás. Si las certidumbres son peligrosas, la soberbia del ser humano, es peor.
Nadie es dueño de la verdad absoluta, aunque ni siquiera esta afirmación es aceptable. La verdad es efímera, traicionera pero tentadora. Las verdades más solidas de la ciencia, han sido desmentidas por la misma ciencia. Al final, solo fueron proposiciones que sirvieron mientras encontrábamos una mejor explicación.
Somos tan soberbios que pensamos que podemos predecir el futuro, en un ambiente de gran complejidad. El futuro es tan solo una posibilidad donde pequeños cambios tienen enormes consecuencias y donde emergen sorpresas inconcebibles para el ser humano actual. El futuro es una probabilidad improbable, impredecible, aunque no lo queramos aceptar.
Pero nuestra soberbia responde a una necesidad. Necesitamos coherencia, y para tenerla, no dudamos en inventar una historia que justifique lo que somos, lo que pensamos y lo que creemos. En busca de esa coherencia, construimos mapas de la realidad-cosmovisiones-que pretenden representar un territorio desconocido. Estos mapas nos sirven mientras nos mantengamos viviendo en condiciones conocidas. Son inútiles para un futuro incierto.
Y sin embargo, los usamos igual.
Educarse es construir mapas agregando información. Cada mapa está basado en nuestras creencias y valores. Usamos el mapa mientras represente el territorio en que vivimos, aunque sepamos que el mapa no es el territorio. Mientras podamos agregarle información coherente. Cuando nos damos cuenta que el mapa ya no representa el nuevo territorio, tenemos una crisis existencial y lo cambiamos por un nuevo mapa, que incluye la información anterior pero que también incorpora información de ese nuevo territorio, haciéndola coherente con nuestras nuevas creencias.
Los mapas que utilizamos describen el camino de nuestra educación. En las complejas condiciones actuales, tenemos que usar mapas con espacios en blanco. Debemos estar preparados para el cambio y la incertidumbre. Para encontrar cisnes negros en nuestro camino. De eso hemos hablado cuando mencionamos educación para la transformación. Una educación para el cambio, individual y colectivo.
Nuestra soberbia, como hemos señalado, nos impide usar mapas en blanco. Tal vez tengamos que aprender algunas lecciones de humildad, antes de usar los nuevos mapas, llenos de espacios en blanco. Mapas interactivos e incompletos. Los verdaderos mapas del futuro.
 

martes, 12 de agosto de 2014

Educación para la Transformación



La educación es un proceso de metamorfosis en etapas para el desarrollo mental del ser humano
Durante el siglo XX el mundo necesitaba obreros capacitados, profesionales competentes y líderes emprendedores. Era importante trabajar en equipo, ser responsables en el trabajo, leales a la empresa y obedientes a la jefatura. Había que respetar la jerarquía organizacional.
La educación tradicional del siglo XX cumplió con la tarea de formar “buenos soldados”. La educación superior, elitista por esencia, se preocupó de formar “buenos generales”. En la segunda mitad del siglo XX aparecieron las Escuelas de Negocios y se formaron economistas y emprendedores, para liderar a los gestores y empleados productivos. Muchos profesionales complementaron su formación profesional con MBA o postítulos en economía.
En el siglo XXI, el mundo interconectado y cambiante necesita personas autónomas en todos los niveles productivos: obreros y técnicos con iniciativa, profesionales creativos, científicos innovadores, líderes visionarios y sobre todo, agentes de cambio. Las competencias de los soldados del siglo XXI son competencias propias de los generales del siglo XX. La humanidad está más educada y mejor preparada que antaño.
Estamos en presencia de una nueva etapa del desarrollo humano. Un aumento de la complejidad mental de nuestra especie, que nos obliga a repensar la educación.

La educación de carácter industrial del siglo XIX, que incluso hoy domina el mundo académico, estaba orientada a la producción y corresponde a la primera etapa de la complejidad mental: la Etapa Social, donde el ser humano aprende a insertarse productivamente en una sociedad que busca el progreso material.

La educación para el emprendimiento desarrollada principalmente en la educación superior en la segunda mitad del siglo XX, estaba orientada al desarrollo económico y corresponde a la segunda etapa de la complejidad mental: la Etapa de la Independencia, donde el ser humano aprende a ser autónomo, desarrolla el pensamiento estadístico y asume la responsabilidad de contribuir al progreso general.

La educación para la transformación estará orientada a preparar generales para liderar el cambio ante la incertidumbre, líderes con pensamiento complejo que guíen a ciudadanos con pensamiento independiente y mentalidad emprendedora. Es la educación que necesita el ser humano en su tercera etapa de desarrollo mental: la Etapa de la Transformación. Educación para agentes de cambio con responsabilidad social y comportamiento ético. Educación superior de calidad para el siglo XXI.

jueves, 7 de agosto de 2014

La falsa promesa


Los políticos de todas las tendencias han postulado que la educación es una herramienta de movilidad social. En eso, también, se han equivocado. El "también", no es inocente. Dedicarse a la política sin alcanzar una madurez intelectual y un desarrollo personal profundo, es el “pecado original” de muchos de los actuales servidores públicos.
Pero volvamos a la educación.
Asignarle a la actual educación, la responsabilidad de disminuir la desigualdad, es como mínimo, un error grosero. Es, en mi opinión, una falsa promesa.
Permítanme explicar: la educación que tenemos, no fue diseñada para la movilidad social, sino justamente para lo contrario: fue diseñada para la obediencia.
La educación industrializada, efectivamente ha cumplido con éxito (al menos por un par de siglos) su objetivo de diseño: formar ciudadanos obedientes para incorporarse productivamente a su sociedad. Básicamente, empleados competentes. En épocas de crecimiento económico, sólo aquellos que han sabido emprender con éxito, lograron modificar el tejido social de nuestra sociedad. Pero los empleados, salvo honrosas excepciones, conservan el nivel social de sus padres aunque tengan mejores condiciones de vida. Por lo tanto, no debemos cegarnos frente al hecho de que es justamente la educación, la institución encargada de conservar el status quo de la estructura social. El actual sistema educativo mantiene o aumenta las diferencias sociales.
 
Las pruebas estandarizadas lo demuestran. Estas pruebas en realidad, miden el capital cultural de los estudiantes y ese capital está correlacionado con el nivel socio-económico.
No nos puede extrañar entonces, que la educación tradicional esté siendo cuestionada globalmente. Tampoco debe sorprender que los países culturalmente más desarrollados tengan mejores resultados. Simplemente confirman nuestra hipótesis.
Lamentablemente, la “falsa promesa” de los políticos fue aceptada por muchos que se han educado con gran esfuerzo (intelectual y financiero). Incluso por los profesores que pensaron que serían agentes de cambio y que terminaron frustrados y desprestigiados. La enorme desilusión se manifestó con fuerza en las calles. Fue detonada por los estudiantes, pero apoyada por una frustrada mayoría que se sintió desilusionada por el engaño. La fuerza del movimiento estudiantil consistió en desenmascarar la mentira de una educación que supuestamente nivelaría la cancha.
Repito, la educación actual no ayuda a la movilidad social. El problema es que la misma educación, aunque sea reformada, tampoco lo hará.
Por eso, sostenemos que la reforma educacional fracasará irremediablemente en su intento de nivelar la cancha, si sigue inyectando recursos a un sistema esencialmente conservador.
Por el bien de Chile, todos debemos hacer esfuerzos para que nuestro país tenga una educación de calidad, diseñada para la equidad. A diferencia de lo que está pensando el ejecutivo, hay que partir por diseñar una educación que genere oportunidades para todos y que premie al mérito individual reconociendo la influencia del medio ambiente cultural. Una educación que comienza desde la concepción. Partir por ejemplo, educando a los jóvenes vulnerables que serán padres para dotarlos del capital cultural y el apoyo que necesitan para mejorar las posibilidades de sus hijos. Una educación que reconozca que la dinámica del desarrollo humano depende de las condiciones de vida. Más que entregar conocimientos-hoy plenamente accesibles-hay que desarrollar cultura. Esta es la educación de calidad que se merece nuestro país. Una educación justa, donde el educando es la familia. Donde el verdadero educador es la cultura de convivencia que construye colectivamente una sociedad verdaderamente solidaria.
Este es el cambio paradigmático que proponen los “maestros vivos”, aquellos pocos sabios que tiene la humanidad. Una educación que produzca personas respetuosas (de lo que son, de los demás, de la naturaleza y de la historia). Una educación para la convivencia armoniosa. Porque en ese aspecto, estamos fracasando miserablemente.