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viernes, 24 de octubre de 2014

El miedo a la calidad


Voy a ser políticamente incorrecto. Voy a usar este espacio para hablar de calidad educacional. Y voy a comenzar con una pregunta…
¿Porqué nadie se atreve a hablar de calidad?
Tal vez sea, porque en Chile habitualmente eludimos los problemas de fondo y no decimos lo que debe decirse…
Reconozco que hay buena intención detrás de muchas iniciativas, pero eso no basta.
Y entonces…
¿Cuál es el problema?
El problema es que usamos un sistema del pasado. El sistema educacional no está preparando a los jóvenes para el futuro en que ellos vivirán. ¡Ese es el problema! No ha evolucionado y por eso, está obsoleto…
¿Por qué digo esto?
Diseñamos el sistema en tiempos pretéritos, cuando las condiciones de vida de abuelos, padres e hijos, no cambiaban ostensiblemente. Ahora, el mundo vive en cambio constante y acelerado. El mundo de padres e hijos es muy distinto.
Muchos añoran la educación tradicional, cuyo eje era el profesor y que nos preparaba para obedecer. Nos entregaba competencias como la memoria, la disciplina y una sólida formación valórica. Piensan que mejorando la carrera docente se soluciona el problema, pero los profesores no necesitan caridad, necesitan dignidad. Déjenme aclarar algo: el problema educacional no es de recursos. En países mucho más ricos se han inyectado enormes sumas de dinero, sin resultados.
La modernización, convirtió al sistema en un proceso industrial de ensamblaje cognitivo. Una cadena productiva. Logramos masificar y estandarizar la educación, aunque el aprendizaje sea superficial. Entonces, hay quienes piensan que hay que mejorar la eficiencia del sistema, acreditando, midiendo y controlando… pero… si hacemos más eficiente un mal sistema, solo empeoramos la situación.
¡El problema, insisto, es el sistema! ¡Usamos un sistema industrial en la era de la información! El problema no es local, es global.
Con internet, el mundo comenzó a cambiar aceleradamente. La interconectividad, la retroalimentación inmediata, las comunicaciones instantáneas, las redes sociales y el conocimiento plenamente accesible, convirtió a las sociedades occidentales en sistemas complejos, con reglas diferentes.
El mundo ha evolucionado, la educación está estancada. Afortunadamente, los extraordinarios avances de la ciencia y la tecnología nos dan una pista… La neurociencia, por ejemplo ha descubierto la plasticidad del cerebro humano. ¡Podemos aprender durante toda la vida! Y nos sugiere una educación continua. Pero lo más sorprendente es que ha demostrado que la arquitectura neuronal se va construyendo en función de nuestras condiciones de vida y de la calidad de nuestras relaciones. Una mente sana, se desarrolla con relaciones sanas.
Una educación de calidad, debiera estar dedicada a formar mentes sanas, flexibles y adaptables. ¡El profesor, en estas condiciones, sería un arquitecto del pensamiento!
¿Han escuchado hablar de educación para el desarrollo sano de nuestras mentes?
Educación de calidad, implica preparar a nuestro jóvenes para el cambio permanente, para la incertidumbre, para vivir en un mundo interconectado, tecnológico e inundado de información. Para comprender la complejidad.
¿Han escuchado hablar de educación para la complejidad?
La educación de calidad también debe ser un proceso dinámico, contextual, secuencial y progresivo, que logre darnos competencias como el pensamiento sistémico, la capacidad de síntesis y la autogestión del conocimiento.
¿Han escuchado hablar de educación para el aprendizaje autónomo?
Una educación de calidad, por otra parte, nos prepara para la sustentabilidad, para desarrollar conciencia planetaria. Nos ayuda a comprender que somos compañeros de viaje en un planeta lleno de vida que es nuestro hogar y que debemos cuidar y honrar. A que tomemos consciencia de nuestra responsabilidad en la salud de nuestro ecosistema.
¿Han escuchado hablar de educación para la expansión de consciencia?
Esto, es educación de calidad.
La respuesta ahora parece más clara…
Nadie habla de calidad porque la educación de calidad evoluciona. Es abierta, veleidosa y depende de las circunstancias. Pero sobre todo, porque es peligrosa: produce jóvenes que no son esclavos de ideologías añejas, jóvenes que piensan y saben hacer las preguntas que nosotros no nos hacemos.
Hay demasiados silencios en el debate nacional. Hay demasiados intereses involucrados.
El poder teme hablar de calidad…
¡igual que en dictadura temíamos hablar de democracia, hoy tememos hablar de calidad!
¿No será tiempo de comenzar a conversar con altura de miras, con visión de largo plazo, con responsabilidad, en una palabra, con calidad?


 

viernes, 17 de octubre de 2014

¿Cual es la sociedad que queremos construir?

Esta pregunta parece ausente del actual debate educacional. O al menos eso pensamos algunos. Ya hemos señalado antes que en el sistema educacional se construye la sociedad del futuro. Si fuese así, con la actual reforma, estamos construyendo una sociedad desconfiada. Donde lo público sospecha de lo privado y viceversa. Donde el diálogo es sordo, el poder impone sus reglas a la fuerza y la igualdad de oportunidades se busca por decreto. Donde dudamos incluso de nuestra humanidad. Temo que a la reforma le vaya bien, porque construiríamos una sociedad apurada y fragmentada. Pero más temo que a la reforma le vaya mal porque mantendríamos la sociedad enferma en que vivimos. Me angustia y sorprende que no aprovechemos la oportunidad de rediseñar la educación para sanarnos. Para lograr una educación que nos encamine hacia una sociedad saludable.
Necesitamos reflexionar sobre la sociedad que queremos. Yo quisiera una sociedad donde podamos convivir todos con confianza, donde las reglas se respeten por convicción, donde todos quieran superarse y desarrollar su pleno potencial para así, contribuir al bienestar general. Una sociedad respetuosa y responsable. Una sociedad con sentido y con conciencia. Pero más que imponer "mi" idea de sociedad, quisiera que logremos consensuar una sociedad para todos. ¡Quiero escuchar otras propuestas! Y convencerme de la fuerza de la sinergia humana. Sorprenderme con la extraordinaria creatividad e innovación que hemos demostrado en los momentos clave.   Supongo que para eso, necesitamos pensar sistémicamente, despojándonos de nuestras creencias y ser capaces de imaginar un mundo donde nuestros hijos vivan en armonía. No es un trabajo individual; es la gran tarea de nuestra especie. Hemos llegado a tener tal influencia en la evolución de la vida en la Tierra, que somos responsables del futuro de la humanidad. Debemos estar a la altura de nuestras circunstancias. 
De esa profunda reflexión colectiva, puede nacer una nueva educación, que siembre esperanza y actúe de "buena tierra" para que evolucionemos hacia una versión mejorada del homo sapiens. Sinceramente, echo de menos esta pregunta antes de la discusión legislativa. Pero reconozco que tal vez estoy siendo ingenuo.

viernes, 10 de octubre de 2014

Educación y libertad


Conversé con un grupo de jóvenes esta semana y les hablé de educación para la autonomía. En la conversación me acordé mucho de Humberto Maturana cuando dice que uno puede hacerse responsable de lo que dice, no de lo que otros escuchan.
Uno de esos jóvenes enarbolaba la bandera de la libertad y sin embargo, estaba tan encadenado a sus creencias que no se daba cuenta que era esclavo de ellas. Usaba un mapa tradicional para interpretar el territorio. Creía en el orden y las jerarquías, en verdades históricas y confiaba tanto en sus ideas que las había endiosado. Se sentía superior e intentaba imponer sus visiones con vehemencia. Me hizo acordarme de mi, cuando era mucho más joven. Yo tampoco escuchaba y sólo maduré dolorosamente con los golpes de la vida.
A ese joven traté de insinuarle que la libertad no se compra. Que los problemas de la educación no se solucionan con dinero y que la dignidad docente no se recupera aumentando el sueldo a los profesores. La educación tradicional, si bien nos entrega autonomía para ganarnos la vida y disciplina para obedecer al jefe y respetar las reglas, es apenas un escalón hacia la libertad. Quedarnos en ese nivel de desarrollo nos condena a la esclavitud.
Otro de los jóvenes presentes, creía en la eficiencia. Fiel al paradigma moderno, postulaba que la educación debe enseñar a emprender con creatividad e innovación. Sostenía los profesores que no demostraran aprendizajes medibles en sus estudiantes debían dedicarse a otra cosa. Que la educación necesitaba profesores de calidad y solo así mejorarían nuestros resultados en las pruebas internacionales. Que debíamos atraer a los mejores a la docencia ofreciendo incentivos concretos. Profesores eficientes producirían estudiantes emprendedores, capaces de generar progreso. Yo también pasé por esa etapa, pensé para mis adentros.
A ese joven, intenté explicarle que la educación de calidad no se puede medir. Que los problemas educativos no se solucionan con eficiencia. Si hacemos más eficiente un mal sistema, sólo lograremos empeorar la situación. La educación para el progreso, que impulsa a la superación a través de la competencia, aunque nos da autonomía para generar ingresos, es apenas otro escalón hacia la libertad. Quedarnos en ese nivel nos condena a la eterna acumulación.
El más joven, escuchaba con cierta displicencia. No compartía la idea de una educación enfocada en el orden, la disciplina y los valores, propia de sus abuelos; tampoco la idea de una educación orientada al progreso permanente que propugnaban sus padres. Más bien creía que la educación debía enseñarte a ser feliz. Sostenía que una buena educación se “sentía” en el ambiente académico y como buen representante del postmodernismo, suponía que debía ser personalizada y enfocada en el aprendizaje del alumno.
A este muchacho, quise insinuarle que iba en la dirección correcta sin ponerlo en aprietos con sus amigos, aunque aclarándole que la felicidad no es un proyecto individual sino colectivo. Conformarnos con alcanzar nuestra felicidad, sin sensibilidad por lo que ocurre a nuestro alrededor nos condena a una vida hedonista e irresponsable. Este también era un escalón adicional hacia la libertad.
libertad y responsabilidad van unidas...
A todos ellos pretendí proponerles una educación dinámica, en etapas progresivas, respetuosas del aprendizaje previo y orientada a aumentar gradualmente la autonomía y la libertad de sus estudiantes. Una educación que transmitiera valores universales para garantizar la convivencia respetuosa y que posteriormente se concentrara en impulsarnos hacia la permanente superación. Luego, que nos enseñara a trabajar en equipo para contribuir juntos al progreso del ser humano y finalmente nos permitiera encontrarle el sentido a nuestras vidas con una mirada holística y conciencia planetaria. Una educación multi-paradigmática, que siguiera la dirección de expansión de conciencia de la humanidad. Una educación que apuntara hacia la libertad, pero que nos demostrara que con cada grado adicional de libertad que alcanzamos, aumenta nuestra responsabilidad. Aunque sé lo que dije, no puedo saber lo que ellos escucharon.
Me gustaría que en esa conversación hubiesen cuestionado algunas de sus certezas y que ahora considerasen la posibilidad de que libertad y responsabilidad sean dos caras de la misma moneda. 

domingo, 5 de octubre de 2014

Sobre los hombros de Jung


Tal vez uno de los gigantes intelectuales más interesantes, fue Carl Gustav Jung. Subido sobre los hombros de Freud, no sólo pudo ver más lejos que su maestro sino que logró algunas de las intuiciones más penetrantes del pensamiento occidental: 

A) El inconsciente colectivo: Ya hemos señalado antes, que las implicancias de su inconsciente colectivo aun no han sido comprendidas. A un nivel profundo, nuestras mentes están conectadas. Somos una especie que aprende colectivamente. Avanzamos, asimilando progresivamente los aprendizajes de las generaciones anteriores, como si estuviésemos escalando montañas, unidos por cuerdas invisibles que nos transmiten las inquietudes y las divagaciones de los gigantes que lideran nuestra aventura. Tenemos una mente muchísimo más poderosa de lo que creemos, simplemente porque podemos acceder a las ideas de los demás. Pensamos juntos. Tanto es así, que la mayoría de los principales avances intelectuales del ser humano se han gestado simultáneamente en las mentes de personas aparentemente desconectadas. Muchos pensamientos idénticos, aparecen simultáneamente en personas desvinculadas que trabajan arduamente en problemas similares. Las grandes ideas de la humanidad son creaciones colectivas.
Y sin embargo, nuestro sistema educacional está fragmentado y trata a los estudiantes como seres independientes. No está diseñado para aprender de la enorme sabiduría del inconsciente colectivo
B) Las sincronicidades: El concepto de sincronicidad, va mucho más lejos aun. Las coincidencias significativas  entre eventos independientes lo hicieron sospechar de que el mundo interior y el mundo exterior también estaban conectados. No sólo nuestras mentes están conectadas. La naturaleza también está conectada con nuestras mentes. ¡El mundo interior de Jung, conversa con el mundo exterior de Darwin! Y aunque tienen lenguajes distintos -uno simbólico y el otro literal- pueden entenderse. Si Darwin despojó al mundo de su alma, Jung se la devuelve. Habría, después de todo, una intención subyacente en el devenir natural. Nada es casualidad. La suerte no existe.
Las sincronicidades conectan la psique con la naturaleza. Son señales de coherencia entre lo que sucede en nuestro interior con aquello que sucede en el exterior. La demostración más común de esta conexión es que los cambios existenciales del ser humano, normalmente se expresan en su exterior. Dicen que los ojos son ventanas donde el alma acostumbra revelarse. Por otra parte, la demostración más elocuente de esta conexión es internet, que se está convirtiendo gradualmente en la expresión física del inconsciente colectivo.
A pesar de esto, lamentablemente, nuestro sistema educativo separa a científicos de humanistas, destruyendo tempranamente los puentes entre ambos mundos. Tampoco nos enseña la riqueza del lenguaje de los símbolos convirtiéndonos en seres literales y superficiales.
C) Los arquetipos: Jung consideraba los arquetipos como disposiciones psicológicas que influyen en nuestra conducta tanto individual como colectiva. Patrones de comportamiento ocultos en el inconsciente colectivo, que reflejan hábitos heredados de nuestros ancestros y que constituyen un camino para el desarrollo de nuestra conciencia. En mi opinión, los instintos del alma humana.
Las ciencias de la complejidad proponen un concepto similar, que  llaman “atractores” y que reflejan los comportamientos más probables de un sistema complejo. Los seres humanos somos complejos, extremadamente sensibles a los cambios. Existen comportamientos que nos “atraen” y probablemente con los avances científico-tecnológicos actuales, Jung hubiese podido dibujar un mapa mucho más potente para explicar nuestras conductas. Hubiese podido “conectar los puntos” y comprender mejor al hombre actual. Lo que propone Jung con este concepto es que nuestra biología, nuestra historia y nuestra cultura nos explica.
Es una lástima que nuestra educación sea totalmente estandarizada y no contemple nuestra historia y contexto para ayudarnos a desarrollar nuestro pleno potencial. Tampoco nos ayuda a comprender quienes somos y hacia adonde vamos.

Conclusión: Necesitaríamos una educación interconectada (todas las instituciones) colaborando en un proyecto colectivo de desarrollo humano, buscando construir un mapa más adecuado para habitar en la sociedad actual. Una educación que nos ayude a identificar y reconocer los vínculos no evidentes entre los seres humanos, la psique y el cosmos. Una educación de profesores-psicólogos orientada al desarrollo sano de nuestros jóvenes hacia un futuro dinámico e incierto. Una educación que nos enseñe a caminar sobre hombros de gigantes...


jueves, 2 de octubre de 2014

Sobre los hombros de Lynn Margulis

A veces podemos ser testigos de la sonrisa de Dios...
Cuando Darwin publicó "El Origen de las Especies", respondía científicamente a una idea que rondaba en la cabeza de muchos y fue muy acucioso para recolectar evidencias. Su abuelo era un pionero de la idea de la evolución. Pero fue otro joven científico, Alfred Russell Wallace quien le envió un manuscrito planteando la idea de la selección natural, lo que aceleró la publicación de las conclusiones de Darwin. Esto, para señalar que aunque la idea de la evolución por selección natural ya estaba en el inconsciente colectivo, aun era una idea bastante inmadura y fue mal interpretada.

La selección natural era una propuesta que a primera vista hablaba de competencia. De la supervivencia del más apto, se pasó muy pronto  la supervivencia del más fuerte y muchos creyeron ver en el proceso de selección natural una brutal e inexorable competencia por sobrevivir. Cuando se quiso usar las ideas evolutivas para los fenómenos sociales, se cayó en horribles extremos fundamentalistas. El comunismo proponía la lucha de clases y el nacional socialismo propuso la mejoría de la raza. Ambas estaban basadas en las ideas de selección competitiva que proponía Darwin. Los resultados históricos de intentar imponer las ideas Darwinianas a la política fueron nefastos. La idea de la competencia cayó en descrédito y sólo se mantuvo en el capitalismo propio de los Estados Unidos.

Tendremos que subirnos a los hombros de otra gigante, Lynn Margulis (que incidentalmente fue la señora de un gran divulgador científico, Carl Sagan, famoso por su serie Cosmos), quien bastante avanzado el siglo XX, reconoció en los procesos evolutivos que la competencia está inserta en un ambiente de cooperación más profunda. Esto no es tan obvio y solo se comprende cuando analizamos el eco-sistema de forma holística. Todos contribuyen a mantener la vida y nadie acumula más de lo necesario. Como cualquier gigante pionero, Margulis, fue muy cuestionada pero finalmente reconocida y aplaudida.

Supongo que Darwin hablaría junto a Margulis, de competencia con responsabilidad medio ambiental y en mi opinión, ciertamente se opondría al capitalismo sin responsabilidad social. Los abusos y excesos de empresarios y ejecutivos sin ética, han provocado una crisis de proporciones al modelo neo-liberal y han terminado por sepultar las bondades de la competencia, demostrando que el individualismo y el egoísmo puro son perjudiciales para la vida en comunidad.

Competir es bueno para generar una cultura de superación. Pero la competencia debe estar enmarcada en reglas del juego claras y justas y sobre todo entre competidores con conductas éticas y orientada tanto al bienestar individual como al bienestar general. Competir sin colaborar, es a la larga un error. Peor que eso, competir es solo una etapa en nuestras vidas que debemos trascender y superar. Todo lo que ha logrado el ser humano es basado en la sociabilidad y cooperación. Somos mamíferos sociales y dependemos de la comunidad para sobrevivir. Perder esto de vista, es peligroso.

Competir para desarrollarnos y contribuir al progreso de la humanidad es el desafío que tenemos por delante. El Fair Play debe ser el paraguas valórico del emprendimiento humano. Respetar las reglas del juego, respetar al competidor y al consumidor, respetar a la naturaleza y a la historia, respetar a las viejas y a las próximas generaciones y a la vida en general debe ser la prioridad educacional de nuestra especie. ¡Cuan lejos de este imperativo está la educación hoy día!
Lynn Margulis propondría integrar los conceptos de Competencia y Colaboración. Nos enseñaría a desarrollar una mirada sistémica para colaborar en armonía y competir con respeto por una vida más feliz.