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domingo, 26 de julio de 2015

El comportamiento ético

Duele el alma decirlo, porque todos somos responsables – principalmente aquellos con poder – pero no puedo rehuir la responsabilidad de manifestarlo. Y no por ello, me eximo de culpas. Pero si hay algo que falta en la sociedad actual, es la conducta ética.
Todos los seres humanos recorremos un camino de aprendizaje serpenteante y circular, que debiera llevarnos, lenta y progresivamente a tomar conciencia de que somos animales sociales y que nuestro verdadero potencial es más colectivo que individual. Para convivir respetando a la naturaleza y a nuestros semejantes, tenemos que ir transformándonos en personas íntegras. Esa es la verdadera tarea de nuestra educación (un proyecto personal que nunca termina). Convertirnos en seres conscientemente éticos.
En este recorrido, nos hemos extraviado. El comportamiento ético parece ausente en la Humanidad. No lo vemos en la Política, ni en el Deporte, ni en los Negocios, ni en la Educación… ¡Por Dios!, ni siquiera en la Justicia o en la Iglesia.
Esto está comenzando a ser evidentes para muchos. Y allí justamente está la brújula que puede guiarnos. Cuando dejamos de ser ciegos ante nuestra ignorancia y reconocemos la arrogancia de creer que nuestra verdad puede imponerse a los demás, cuando apreciamos que todos somos responsables del mundo que hemos construido, entonces comienza la derrota del pensamiento hegemónico y fanático. La gran enfermedad que afecta a nuestra sociedad tiene varios síntomas:
La depredación de recursos naturales, el calentamiento global y la contaminación, son síntomas de un comportamiento colectivo irrespetuoso con la biosfera.
La delincuencia, la inequidad, la indiferencia y la acumulación desmesurada son síntomas de un comportamiento irrespetuoso con nuestros semejantes.

Los suicidios, los desequilibrios alimenticios, la inseguridad y la sensación de soledad son síntomas de faltas de respeto hacia nosotros mismos.
La gran enfermedad del planeta se comienza a derrotar tomando conciencia de nuestra responsabilidad en el destino de la vida y de la humanidad y contribuyendo a recuperar la responsabilidad individual y colectiva en la convivencia armónica. Y se cura definitivamente si desarrollamos una forma de convivencia basada en el comportamiento ético.
¡Ese es el gran desafío que tenemos por delante!

Los invito a sumarse a una cruzada por la INTEGRIDAD…

jueves, 23 de julio de 2015

El ingrediente que falta

Chile está empeñado en mejorar la educación. El actual gobierno está apostando todo su capital político en una reforma estructural de la educación pública. Nuestra sociedad no está satisfecha con el progreso logrado y ansía con cierta urgencia, nivelar la cancha de las oportunidades con una educación pública de calidad.  Somos ambiciosos y exigentes.
Pero (y este es un gran pero), nos hemos acostumbrado a culpar a los profesores… al tamaño de las clases, a los textos, al contexto e incluso a los apoderados… También culpamos a los colegios y universidades, a las facultades de educación, al financiamiento y hasta a los políticos. En fin, parecen haber demasiados culpables. Y hemos comenzado una cacería de brujas que terminará por alejar a aquellos con vocación, a aquellos que soñaron con cambiar al mundo educando. La estrategia que hemos escogido victimiza a los estudiantes y los exime de toda responsabilidad. Se culpa a la situación y no al actor principal. La reforma entonces (aceptando el diagnóstico equivocado) se ha concentrado en intervenciones que buscan mejorar el contexto educacional y eso requiere mucho dinero. Tanto, que nunca será suficiente.
Liberar a los estudiantes de toda responsabilidad en sus resultados educacionales puede parecer políticamente correcto, pero es estratégicamente desastroso. ¿Cómo pueden entonces los profesores exigir a sus estudiantes? ¿Acaso se esforzarán por aprender, si tienen tantas excusas? El aprendizaje requiere esfuerzo, concentración y hambre de conocimientos. Conociendo la naturaleza humana y mis propias luchas internas en los estudios, sé que se necesita mucha fuerza de voluntad, perseverancia y carácter para lograr aprendizajes profundos y entender el mundo en que vivimos. Luchar contra cierta adversidad, aprender a superar nuestras limitaciones y pagar un precio nos hace valorar el logro y en el largo plazo lo que inicialmente parecía un obstáculo, puede transformarse en una bendición.
Si les regalamos la educación y además los eximimos de su responsabilidad, los estudiantes no se esforzarán. Y sin esfuerzo no habrá aprendizaje. Y sin aprendizaje no hay educación de calidad.
¿Donde está el compromiso de los estudiantes? Es el principal ingrediente que necesita la reforma educacional. Y nadie, nadie se atreve a pedirlo.

sábado, 18 de julio de 2015

Un nuevo currículo para una educación de calidad


La obsolescencia del currículum nacional es tan evidente como preocupante. Evidente porque las competencias y conocimientos que necesitan los nativos digitales son muy diferentes a las que pretende el Mineduc. Preocupante porque la ceguera de nuestras autoridades puede prolongar esta situación mucho más allá de lo aconsejable. Estamos mutilando a las nuevas generaciones. Con razón protestan.
Como se ha catalogado, “la mejor idea jamás pensada”, la evolución, debe ser una de las materias más relevantes del nuevo currículo. Tenemos que preparar a nuestros estudiantes, para el cambio continuo e inexorable. Necesitamos enseñarles a vivir en las 4 dimensiones del espacio-tiempo. Nuestra juventud debe acostumbrarse al dinamismo propio de la vida y desarrollar una visión de largo plazo. Los jóvenes también necesitan comprender el concepto de sustentabilidad para forjar una sensibilidad medio-ambiental que respete nuestro hábitat. Y al estudiar ecología, podrán percibir la profunda interconexión que caracteriza a todos los ecosistemas. Aprender sobre los procesos evolutivos es tomar conciencia de nuestro lugar en el universo, de la creatividad de la vida y de la historia de la Humanidad. A mayor abundamiento, nos permite tomar conciencia de la responsabilidad que hemos adquirido en el destino de nuestro planeta.
La segunda gran disciplina que debiera incorporarse al currículo es la complejidad. La mayoría de los fenómenos naturales, sociales, económicos y políticos son de carácter complejo. Son fenómenos no-lineales. Insistir en el pensamiento lineal y en intentar solucionar problemas dividiéndolos en partes, es desconocer que hace tiempo hemos dejado atrás la era industrial y que estamos viviendo en la era de la información y el conocimiento. Nuestros jóvenes deben comprender la multi-causalidad, la hiper-sensibilidad de los sistemas autorregulados, la emergencia y los atractores. En especial, deben dominar el concepto de sinergia: el todo es más que la suma de las partes. Esto les permitirá apreciar el potencial del trabajo en equipo y fomentar la colaboración como estrategia para resolver los problemas sistémicos. La verdadera razón de que en nuestro currículo se omita esta disciplina es sencillamente que los que deciden no la entienden. Así de sencillo y así de penoso.
Existen otras disciplinas importantes, pero me conformaría con incluir el bienestar. Podemos aprender a ser felices, a “estar bien” con nosotros mismos y con nuestros semejantes y a vivir una vida plena y llena de sentido. Lamentablemente nuestra educación se concentra más en corregir nuestros errores y hacernos competir por calificaciones, castigando a quien desee transitar su propio camino. Esto debe corregirse. Los jóvenes merecen la oportunidad de desarrollar sus propios talentos, encontrarse con su “elemento” y trazar su destino en función de sus propios intereses y de la contribución que pueden aportar con su especial diversidad. Esta verdadera aberración, ya se ha comenzado a corregir y actualmente hay muchos países donde ser feliz no es pecado y el derecho al bienestar individual es respetado. Los hábitos saludables, el desarrollo de una personalidad íntegra, noble y equilibrada orientada hacia la realización personal, respetando los valores universales de convivencia, debe ser prioridad en los tiempos que vivimos.
Hoy por hoy, no podemos hablar de educación de calidad sin hablar de estos temas.



domingo, 12 de julio de 2015

¡Peligro! ¡Peligro de extinción!


Los extraordinarios avances de la ciencia y la tecnología, permitieron que nuestra generación creara un nuevo mundo: Internet, ese mundo virtual e interconectado desarrollado por gente como Steve Jobs. La red digital donde se criaron nuestros hijos. Y fue en ese ambiente que se  transformaron en una nueva especie de seres humanos. Son nativos digitales y aprendieron a vivir en un mundo dinámico, complejo, plano, sin jerarquías, virtual e instantáneo. Tienen, desde nuestra perspectiva histórica, verdaderos superpoderes. Son literalmente, ¡superhombres!
Esta nueva especie de seres humanos, han experimentado una gran mutación. Tienen una arquitectura neuronal diferente y unas “prótesis tecnológicas” que les permiten procesar la información con estrategias muy distintas y mucho más eficientes. Son “homo sapiens technicus”. Nuestra vieja forma de hacer cosas se está extinguiendo a una velocidad pasmosa. Las comunicaciones, el correo, las encomiendas, los diarios y la música ya han debido adaptarse a las nuevas reglas del juego.
La mayoría de los “hijos del milenio” aun está estudiando. Y reclaman con razón, porque intentamos enseñarles a vivir en nuestro viejo mundo estático y obsoleto. La próxima gran transformación es en la educación. Los nuevos estudiantes son activos, curiosos y multifuncionales. Necesitan aprender a aprender. Es lo mínimo que esperan de una educación para vivir en el siglo 21.
La educación fragmentada, jerarquizada y estandarizada propia de un modelo industrial está condenada a desaparecer. Necesitamos diseñar una educación orgánica e integral orientada a “enseñar a aprender”.
La gran metamorfosis que transformará a la educación irá desde la enseñanza de contenidos históricos hacia el aprendizaje de competencias (sociales y disciplinarias) para llegar rápidamente al autoaprendizaje colaborativo en red orientado a generar nuevo conocimiento de carácter inter y transdisciplinario.  Lo que debe cambiar es la forma de educar.
A nuestro juicio, las instituciones educativas que no comprendan la urgencia de este cambio de modelo corren serio peligro de extinción. 

¡Dense por advertidas!




martes, 7 de julio de 2015

El problema es la Convivencia

Flexibilidad
Una buena dosis de lo que entendemos por inteligencia consiste en ser flexibles y creativos para encontrar soluciones a los problemas que enfrentamos. Mantener e insistir en usar estrategias que han demostrado ser erróneas, la mayoría de las veces, es señal de incapacidad. Curiosamente, la extraordinaria flexibilidad que ha tenido el ser humano para adaptarse al cambio continuo, esa misma característica que le ha dado importantes ventajas evolutivas, parece haberse adormecido. Nos estamos rigidizando y eso es preocupante.

La crisis global que nos afecta, demuestra que estamos peligrosamente estancados, intentando resolver los problemas sistémicos con una estrategia inadecuada: dividiéndolos en partes. Tercos y obstinados, continuamos diagnosticando el problema desde miradas parciales e incompletas, insistiendo en nuestras posturas ideológicas y culpando al empedrado.

Desde la izquierda nos proponen apuntar hacia la equidad con un Estado controlador, olvidando los fracasos históricos de esta estrategia. Desde la derecha, nos proponen apuntar hacia la libertad individual con un Mercado controlador, confiando en una “mano invisible” que tiene brazos cortos. Nuestros políticos parecen más empeñados en demostrar que tienen razón en sus posturas, que en resolver los problemas de convivencia que nos agobian. ¡Más Estado! para controlar al inmoral individuo, piden algunos. ¡Más Mercado! para liberar la energía del emprendedor, solicitan otros. Esta es una discusión extemporánea e inconducente.

El Estado no puede solucionar solo, los síntomas de la gran enfermedad que nos aqueja. Por ejemplo: la delincuencia no se derrota con leyes o cárceles; ni tampoco con prevención o rehabilitación. La educación de calidad no se alcanza con gratuidad o mejorando la carrera docente; ni con mayor cobertura o más mediciones. La contaminación tampoco se resuelve con restricciones a los automóviles… Y así podría continuar, demostrando que muchísimos de los síntomas se han tratado como si fuesen la enfermedad y que esta estrategia -enfrentar una parte del problema- no ha generado soluciones aceptables.  La pretensión de que el poder del Estado y una fuerte regulación son suficientes para resolver nuestros problemas sociales, es un error inexcusable a estas alturas.

Tampoco el Mercado puede regular satisfactoriamente los problemas complejos (ambientales, sociales, económicos y políticos). En un ambiente extremadamente competitivo necesariamente se privilegian las estrategias de supervivencia, que supeditan el bienestar general al interés inmediato. En este escenario, las decisiones cortoplacistas motivadas por el interés particular, son habituales y el verdadero Fair Play muy escaso. La cancha siempre está dispareja: la distribución del poder y de la información es desigual y proliferan los depredadores y los mecanismos de defensa. Pretender que el Mercado puede resolver nuestros problemas confiando en la libertad individual y en la fuerza del emprendimiento, es desconocer la naturaleza oscura del ser humano, es decir, pecar de ingenuidad.

Conscientes de esta disyuntiva, las nuevas generaciones están proponiendo una fórmula interesante: la Sociedad Civil. Organizaciones sin fines de lucro orientadas a solucionar los problemas sociales y ambientales pensando en el bien común. Propugnan el emprendimiento social, atacando al Estado y/o al Mercado, según corresponda. Usualmente son nativos digitales, acostumbrados al mundo plano y cooperativo de internet, idealistas y activistas que quieren corregir los errores del pasado a cualquier costo. No buscan ni el poder de la Autoridad ni el poder del Dinero. Quieren vivir una vida con Sentido. El Activismo que reniega del “Sistema” sin embargo, tampoco parece ser una solución razonable. Luchar por una causa superior es importante, pero no justifica la descalificación de quienes tienen otros ideales.

Enfrentamos la encrucijada definitiva. Somos responsables de nuestro destino. Somos producto de una historia que nos ha convertido en una especie que ahora enfrenta un gran desafío de supervivencia. ¡No hay que buscar culpables! Por favor...¡Hay que sumar voluntarios!

Convivencia
El verdadero problema que tenemos es un problema de convivencia: A pesar de nuestros logros científico-tecnológicos, no hemos aprendido a vivir en armonía con la naturaleza: de allí la sobre-explotación, la contaminación, el calentamiento global, la deforestación, etc. Tampoco hemos aprendido a vivir con nuestros semejantes: de allí la violencia, la delincuencia, la inequidad, etc. E incluso me atrevo a señalar que ni siquiera sabemos convivir con nosotros mismos: los suicidios, los trastornos alimenticios, el déficit atencional son demostraciones de esta incapacidad.

Lo primero que necesitamos hacer es “darnos cuenta” de la naturaleza del problema. Necesitamos ampliar nuestra mirada y expandir nuestra conciencia para reconocer que los “síntomas” que nos preocupan esconden un problema de convivencia. La receta para eso es una buena educación. Una educación orientada a la convivencia armónica no solo es urgente, es literalmente vital. Hablamos de una educación basada en el respeto. Respeto por la vida, respeto por la naturaleza, respeto por el individuo y respeto por las ideas, en especial aquellas que son diferentes.

Reconocido el problema, necesitamos recurrir al extraordinario potencial colectivo que tenemos como especie. Cada uno de nosotros es único (y por tanto valioso). Tenemos una extraordinaria diversidad dentro de nuestra especie, somos muy numerosos y estamos profundamente interconectados. La Humanidad es una gigantesca red compleja de seres con libre albedrío que -actuando como sistema interconectado en continua retroalimentación- puede desarrollar literalmente, super-poderes. Necesitamos reconocernos como miembros de una especie frágil que lucha por sobrevivir (nuestro proyecto común) y participar activamente en el desafío de la sustentabilidad humana y sumar nuestros esfuerzos para que emerja una solución extraordinaria. Necesitamos al Estado, al Mercado y a la Sociedad Civil asociados en un proyecto común. Necesitamos integrar a los paises, las comunidades e individuos...necesitamos relacionarnos, comprendernos y apreciarnos para convivir en armonía. Necesitamos generar una gran sinergía.

Es cierto que necesitamos una Educación basada en el respeto y orientada hacia la convivencia empática, pero para lograr eso, antes debemos construir una Política basada en el enriquecimiento permanente del diálogo constructivo, en la integración de nuestra rica diversidad (tanto individual como grupal). Una Política Integral que "incluya y trascienda" las miradas nacionales, partidistas e ideológicas. Una Política Humana, con perspectiva de largo plazo y orientada a la sustentabilidad del Homo Sapiens. Una Política Flexible, basada en la reflexión profunda (cuestionando contínuamente nuestras creencias) dispuesta a cambiar el rumbo cuando sea necesario.  Una Política Moral, que guíe al individuo y al colectivo hacia el comportamiento ético. Una Política Sana, que priorice la salud del individuo, del ser humano y del planeta. ¿Será mucho pedir?

¡Los problemas extraordinarios...
requieren soluciones extraordinarias!

 
Aprender a convivir, para vivir sonriendo.

miércoles, 1 de julio de 2015

Ciencia y Religión apuntan al Sur del Mundo


Quisiera reiterar algunas conclusiones acerca de la reciente Carta Encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco, sobre el cuidado de la casa común. En este extraordinario documento, que intuimos tendrá enorme importancia en la expansión de conciencia que requiere la Humanidad para superar la Postmodernidad, vemos una continua referencia a la profunda interconectividad entre todas las cosas, en una crítica dura y directa a la mirada fragmentada que acostumbramos a tener y muy especialmente, al poder que hemos asignado al dinero. La frase: “Todo está conectado” se repite casi majaderamente, como reconoce en el Capítulo Cuarto: Una Ecología Integral. Y luego en el párrafo siguiente, hace una declaración que puede parecer sorprendente para aquellos que no conocen la biología-cultural: “No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental”. La crisis de convivencia entre los seres humanos (organismo) y la crisis medio-ambiental (nicho) son síntomas de que no pensamos en el bien común, sino que estamos atrapados en un paradigma postmoderno basado en criterios económicos. Ambas son, en definitiva, manifestaciones de una crisis relacional. El Papa Francisco propone “apostar por otro estilo de vida” y tomar “conciencia del origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido” y “despertar a una nueva reverencia ante la vida”. Un auténtico “desafío educativo”, según sus propias palabras. Es una carta que habla de luchar contra la fragmentación y reconocer la profunda interconectividad de los fenómenos complejos. Hay mucha Ciencia detrás de la propuesta Papal: Biología, ecología, economía, sociología y sobre todo, complejidad.

Si desde Chile, Humberto Maturana, un científico de prestigio mundial,  propone una forma de relacionarnos basada en el amor y el respeto, al otro lado de la cordillera, el Papa Francisco, líder espiritual de la mayoría de los chilenos y argentinos, nos propone algo muy similar. Siguiendo los pasos que nos proponen estos “maestros”, podemos avanzar hacia la Post-postmodernidad. La estatura moral de ambos referentes supera con creces la altura de la cordillera de los Andes y nos permite reconocernos como hermanos con un proyecto común.

En una curiosa circunstancia, cuando el mundo se enfrenta a una crisis global generada por el inefable progreso económico, científico y tecnológico de los países del Norte, se escuchan las voces desde los países del Sur proponiendo un urgente cambio en la definición de progreso y proponen concentrarse en el progreso social y moral. El cambio de rumbo que la Humanidad necesita se genera en la reflexión profunda y el comportamiento conscientemente ético. 

No es extraño entonces que un científico y un líder espiritual coincidan tanto. Ambos entienden el progreso como una forma de vivir basada en el respeto por la vida y el amor al prójimo. Ambos proponen combatir el cáncer de la indiferencia que nos está exterminando. Hoy, Ciencia y Religión parecen estar de acuerdo. Ambas apuntan al “Sur del Mundo”. Argentina y Chile podrían avanzar hacia una forma de convivencia mucho más democrática y respetuosa y demostrar que el cambio de era psíquica comienza como un cambio cultural.

Esa es al menos, la esperanza que motiva esta reflexión.