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lunes, 29 de febrero de 2016

Curso de Felicidad: Lección 5

Quinta lección: Sonreírle a la vida... ¡literalmente!

Esa es la lección de este mes. Andar liviano, con la sonrisa fácil, el pecho abierto y la mirada erguida; expresando físicamente, a cualquier que nos vea, que estamos contentos. Un comportamiento que debemos convertir en un estado habitual de nuestra corporalidad. Se trata de hacer una declaración no verbal: "Estoy contento". Una sonrisa siempre es un mensaje de buena voluntad. Nuestro cuerpo puede y debe expresar alegría. Actuar como si ya fuésemos felices, aumenta significativamente nuestras posibilidades de lograr un estado de ánimo optimista.
La ciencia ha descubierto, que el cuerpo y la mente están profundamente interconectados y para que funcionen bien, deben ser coherentes. Es muy difícil estar triste, si estás riendo. Expresar nuestra alegría, sonriendo habitualmente, es una forma muy sencilla pero poderosa de invitar a la mente a albergar sentimientos positivos. Sonreír es una vitamina para el alma y como señalaba el título de una vieja revista de lectura, la risa es un remedio infalible.
No se trata de evadir la realidad o de representar un papel. La neurociencia ha demostrado fehacientemente que los cambios físicos de un cuerpo se correlacionan directamente con el estado de ánimo. Un cuerpo alegre, propicia una mente feliz. Una carita feliz invita a acercarse. Una sonrisa es extremadamente contagiosa. Pruébelo y verá. Sonría y la vida le sonreirá de vuelta. Por algo dicen que la sonrisa es el mejor maquillaje para embellecer a una persona. Así lo señala Phil Bosmans en su libro La Alegría de Vivir: "No olvides que tu rostro está destinado a los demás... Cúidalo, especialmente desde el interior. Pon "luz" y "alegría" en tus ojos. Deja que tu boca sonría. Vuelve amable tu rostro... Muestra tu rostro verdadero, el más amable, el más bello y los demás no tendrán trabajo en quererte." Él sabe que la expresión de nuestro rostro es mucho, muchísimo más importante que la ropa que llevamos puesta. Y también muchísimo mas económica.

Permítame contarle una experiencia personal:

Hace ya muchos años, un día de semana, después de la jornada de trabajo, viajaba en Metro en dirección al hotel donde se dictaba un curso vespertino de Relaciones Humanas que yo estaba cursando. El vagón estaba atestado de gente. La mayoría parecía incómoda, ensimismada en sus problemas y sus semblantes lo reflejaban. Muchos ceños estaban fruncidos, noté. El mío también, puesto que no había hecho mis tareas. Decidí enfrentar y refutar al instructor. Yo era bastante escéptico y él sostenía que: "¡sonreír cambia el mundo!" Puras patrañas, pensé y me imaginé su cara cuando le dijese lo que pensaba al respecto. Sin darme cuenta, sonreí al imaginarlo reaccionar defensivamente ante mi crítica. Estaba seguro que el resto del curso me apoyaría. Él, que seguramente estaba entrenado para ser siempre amable y respetuoso, se vería en aprietos. Lo desafiaría... ¡Sonría ahora profe! a ver si cambia el mundo... Aunque en realidad no pensaba ser tan agresivo, me imaginé la situación y me hizo gracia.
Entonces, levanté la vista y vi un caballero al frente mío, que me miraba fijamente. Cuando nuestro ojos se encontraron, su cara resplandeció con una sonrisa. Estaba devolviendo mi propia sonrisa (de la cual yo no era consciente hasta ese momento) y probablemente pensando en ese viejo dicho: "Quien solo se ríe, de sus maldades se acuerda". En lugar de mirar hacia otro lado, me sentí sorprendido "in fraganti" cosa que me hizo más gracia aun. Mi sonrisa se amplió inconscientemente. Éramos cómplices. Él también debía estar acordándose de alguna maldad...
Una señora, que esta a su lado, nos vió y su expresión también cambió instantáneamente. Sonrió sin ningún pudor. Ella descubrió nuestra complicidad y quiso participar. Muy cerca nuestro, una pareja de jóvenes, que parecían enamorados, notaron nuestras sonrisas, se miraron con cariño y soltaron una risita nerviosa. En un par de minutos, el ambiente en el carro había cambiado, desde sombrío a festivo y curioso. Las sonrisas se habían contagiado y los ceños fruncidos habían desaparecido.
Cuando me bajé, debí reconocer que aquel instructor tenia razón. Una sonrisa era capaz de cambiar al mundo. Y mientras salía de la estación, seguramente seguía sonriendo, porque la gente me sonreía sin apartar la mirada. Incluso un desconocido me saludó cortésmente. Cuando llegué a la sala de clases, alegre y entusiasmado con la experiencia, mis propios compañeros me preguntaron que me pasaba. Con cierta vergüenza, les confesé que ¡una sonrisa había cambiado mi día!
Les cuento esto, porque esta recomendación puede parecer ilógica, pero si pruebas andar un día con una sonrisa a flor de piel, seguramente... ¡tendrás un día excepcional!

Como ya hemos visto, ser feliz implica una decisión, una forma sabia y generosa de interpretar los acontecimientos que vivimos. Decidir por el amor en lugar de la indiferencia; decidir por la verdad en lugar de la mentira; por el perdón en lugar del odio; por la justicia en lugar del privilegio; por la amabilidad en lugar del juicio. En resumen, decidir por una sonrisa. 
No resulta fácil tomar estas decisiones. No es sencillo vivir manteniendo el optimismo y la alegría. Ni fluir ante una realidad incomprensible. ¡No es fácil ser feliz! Es más, sabemos que la felicidad es consecuencia de nuestras acciones, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, por lo tanto somos responsables de nuestra felicidad. Y si no lo somos, es porque no sabemos cómo ser felices.
La felicidad es un arte que hay que desarrollar. Y la técnica que hay que dominar es mantener el optimismo, independiente de las circunstancias que vivamos. Tener una sonrisa siempre dispuesta, es el primer paso para generar pensamientos y decisiones que apunten hacia el bienestar. Es la tierra fértil donde se cultiva la alegría interior. En un cuerpo feliz, se cultivan pensamientos alegres y se toman decisiones optimistas.  
Paso a paso, lenta pero progresivamente, debemos aprender a recorrer el camino que nos lleva a la felicidad. Aprender a pensar, a sentir y actuar de una forma que nos haga bien. De eso se trata el trabajo que intentaremos desarrollar en este espacio. De ayudarnos a incrementar nuestro bienestar y nuestra felicidad. Comiencen acostumbrándose a sonreír. ¡Un pequeño gran paso hacia la felicidad!
Querer ser feliz es natural. Es propio de la naturaleza humana. Es un objetivo que bien vale la pena perseguir. Y es la tarea que nos adjudicaremos ahora. 
Comencemos por aceptar el desafío de sonreírle a la vida y continuemos haciendo cosas que nos hagan sentir bien. Cosas sencillas, como por ejemplo, perdonar a quienes nos molesten, agradecer a quienes nos ayuden, jugar con amigos, acariciar a nuestras mascotas, expresar cariño hacia nuestros seres queridos, meditar y hacer deporte, escuchar buena música, leer libros estimulantes, ayudar y colaborar, entre muchas otras cosas. Convirtamos nuestra vida en una experiencia maravillosa.
Ciertamente podemos aumentar esta breve lista pero tenemos que hacer un alcance...
Para tener éxito en nuestro objetivo de aumentar nuestra sensación de felicidad, no se trata sólo de las cosas que hagamos, sino de cómo las hagamos. Permítanme recomendarles: 
Sean apasionados, sin ser obsesivos.
Mantengan una perspectiva amplia y empática...
Descubran "cuanto" de algo es suficiente.
No acumulen sin razón...
Alégrense sin excederse y apénense sin marchitarse.
Sean moderados... 
Sean amistosos y compartan su alegría.
Contagien su felicidad...
Sobre todo, sean flexibles aunque nunca traicionen su autenticidad.

¡Y nunca, nunca, nunca... pierdan el sentido del humor!

Más razones para reír: ¡Ver aquí!


jueves, 25 de febrero de 2016

Sorpresas estimulantes

Cuando uno menos lo espera, la vida te sorprende. Un cambio de rumbo que te pilla desprevenido puede ser la semilla para una transformación profunda. Es que la rutina y los hábitos lentamente nos van convirtiendo en autómatas. Y sin querer queriendo, hemos tejido una cárcel cómoda de creencias y certezas que limita nuestra curiosidad y encajona nuestros pensamientos. Cuando nos acostumbramos a vivir en nuestra zona cómoda, dejamos de vivir y comenzamos a morir. 

Agradezco profundamente los 5 años que dediqué a la universidad. Conocí gente diferente y valiosísima, pude profundizar mis propias ideas y fomentar la creatividad en un mundo conservador muy distinto al que yo conocía.  Me atreví a explorar ideas innovadoras. Intenté contribuir con una mirada sistémica. Procuré conocerme mejor y creo haberlo conseguido. Advertí sombras y miedos que antes me eran invisibles. Amplié mi conciencia y desperté ante la incomodidad de vivir no siendo totalmente coherente y auténtico. Quise ser un aporte desde una perspectiva externa y fui propositivo aunque reconozco que pequé de ingenuo. No importa. Aprendí lecciones de humildad que me hacían falta y sobre todo, comprendí mejor la intrincada trama de la vida, la profunda interconexión de la realidad. En resumen, maduré. Tarde, lo sé, pero a tiempo.

Pero más agradezco que el camino -legítimo por cierto- que tomó la universidad, no fuese una ruta adecuada para mí. Una profunda reestructuración para sobrevivir a la reforma de la educación superior, cambió nuestros planes. A mediados de enero dejé de ser Decano de Educación en la Universidad Mayor. Lo cual me obliga, una vez más, a elegir el rumbo de mis pasos en forma independiente. ¡Qué oportuno! Nunca he sido un buen pasajero y confieso que pude acostumbrarme a serlo. Ahora, en la encrucijada del presente, he decidido creer en mis propias palabras. Ser totalmente coherente con mis convicciones sin ser fundamentalista. He decidido fluir. Recibir el presente con asombro y aceptar el devenir con esperanza y flexibilidad. Esta simple pero profunda decisión, me abrió un nuevo mundo. 
Andar por la vida sin juzgar, es calzar zapatillas mullidas y livianas. No resistirse a la deriva natural del cosmos es tranquilizador. Confiar en el Azar, expandir el pecho para abrir el corazón y mirar adelante con esperanza nos permite caminar erguidos hacia un futuro prometedor. Vivir sin esfuerzo es vivir mejor. Ahora ya no vivo la vida, la vida me está viviendo a mi. Y el panorama que me muestra es esplendoroso. Los milagros se suceden a diario y las sincronicidades se agrupan en torno a temas prioritarios. Son señales para dirigir nuestra atención hacia una vida más auténtica y armónica que respete nuestra esencia. Vivir sin oponer resistencia es como la navegación a vela, confiando en que alguien mucho más sabio e inteligente que nosotros, está a cargo del timón. Dejar que la vida fluya, disfrutar el presente y aceptar lo que nos depara el destino...¡Esto si es libertad!

Vivir esperando con gusto las sorpresas de la vida es como ir al cine e involucrarse en el argumento de una hermosa película inspirativa. Es puro aprendizaje para el espíritu. ¡Es una experiencia que tengo que recomendar! Es una decisión que te permite encontrar la felicidad. Lo que me ha ocurrido en este fluir, es maravilloso. Mucho mejor que lo que yo pude imaginar. Y sólo ha ocurrido porque decidí dejar de influir sobre los acontecimientos.

Así de simple. Porque la felicidad es una decisión personal, ni más, ni menos.