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domingo, 28 de agosto de 2016

La fuerza

En la vanguardia de la ciencia, allá en los pasillos del colisionador de hadrones, algunos investigadores están murmurando, casi secretamente, sobre la eventual existencia de una fuerza unificadora que mueve al Universo. Una fuerza que incluye y trasciende las 4 fuerzas fundamentales (gravedad, electromagnetismo y las fuerzas nucleares fuerte y débil). Una fuerza que interactúa con la materia oscura. Por eso no la percibimos. Pero sus efectos, pueden sentirse en todas partes. 

Tal como hemos descubierto miles de exoplanetas por las perturbaciones que generan en las estrellas que orbitan, podemos elucubrar sobre esta fuerza por los efectos que provoca en los acontecimientos que si podemos observar. De existir esta fuerza omnipresente y permanente, cambiaría radicalmente nuestra interpretación de la realidad y establecería una causalidad que hoy muchos consideran mitológica y hasta sospechosa. 
Porque las cosas siempre sucederían por alguna razón y aunque las causas estén escondidas en la oscuridad de nuestra ignorancia, los hechos serían el mejor testimonio de su existencia. Permítanme especular entonces sobre lo que implicaría la existencia de esta fuerza...

Es de suponer que la fuerza tendría una dirección. Por lo tanto, no existiría el azar o las casualidades. Las sincronicidades y coincidencias serían manifestaciones de esta fuerza del universo que quiere conectar hechos aparentemente desconectados. La "buena suerte" sería una señal de que estamos alineados con esta fuerza. La "mala fortuna", un mensaje para corregir el rumbo. 

Si esa fuerza es un campo de energía benevolente, entonces muchos la llamarían Dios. Y los milagros y el poder de la oración, serían verdaderas manifestaciones de su existencia. En este caso, la ciencia estaría acercándose a la religión. En la medida que la intención de nuestra conciencia esté orientada hacia el bien, entonces nuestro camino ya está pavimentado. En caso contrario, nuestro camino tendrá muchas dificultades.

En esta linea de pensamiento, si revisamos la investigación rigurosa del éxito, podemos inferir que nuestra "conciencia" es determinante para que los resultados de nuestros esfuerzos sean positivos. Las personas exitosas en cualquier ámbito, tienen características similares, que las llevan a crear y literalmente producir los resultados que desean. Son creadores de nuevas realidades. ¿Será que usan la fuerza?
Unánimemente son apasionados, enfocados, persistentes, expertos, visionarios, emprendedores, optimistas y propositivos. Tienen mentes creativas que trabajan constante e inexorablemente en la solución de sus problemas y toda su energía vital está orientada a la consecución de sus objetivos. El éxito (en cualquier ámbito) parece ser fruto de una "conciencia" dedicada a mejorar el mundo. 

Efectivamente, aquello que nos llama la atención depende de la misión (consciente o inconsciente) que le hayamos encomendado a nuestra conciencia. Tomamos conciencia de aquellos detalles que son relevantes para nuestro proyecto y pasamos por alto el resto. Y esto sucede tanto en la vigilia, cuando nos conectamos con la realidad, como durante el sueño cuando podemos acceder al universo onírico, desde donde nos llega valiosa información simbólica relacionada con los deseos de nuestra conciencia. Nuestra conciencia, si está entrenada, enfocada y suficientemente entusiasmada con algún proyecto, puede encontrar las pistas que este campo de energía le proporciona.  

El éxito colectivo sigue las mismas pautas. Una sociedad optimista, perseverante, emprendedora y solidaria progresa mucho más que una pesimista, cambiante, resignada y egoísta. La historia está llena de ejemplos. Nuestro pasado reciente es otra demostración. Mientras fuimos un país colectivamente entusiasmado por un logro superior donde el emprendimiento fue una actividad motora del progreso, avanzamos. Independiente del color político que conducía los destinos de la nación. Ahora, cuando el poder es sospechoso de corrupción y la desconfianza y el pesimismo impera en la mayoría, estamos deteniéndonos. 

Necesitamos cambiar nuestra "conciencia colectiva" y volver a pensar en el futuro con optimismo, recuperar la confianza interpersonal y restituir el emprendimiento ético como motor para el desarrollo. Necesitamos una bandera color esperanza, un proyecto común, que nos una e impulse hacia el éxito social. Necesitamos alinearnos con "la fuerza". 

¡Ojalá que "la fuerza esté con nosotros"!



lunes, 22 de agosto de 2016

La derrota olímpica y el asesinato de talentos

Terminan los juegos olímpicos de Río 2016 dejándonos un sabor que los chilenos conocemos bien. La maravilla de ver eximios deportistas que han alcanzado desempeños sobrehumanos, contrasta con la frustración de reconocer que los nuestros solo pueden aspirar a terminar sus pruebas decorosamente. El fracaso de nuestros ídolos deportivos–mayoritariamente amateurs– frente a la enorme superioridad del deportista de elite y 100% profesional, es una sensación casi histórica. Somos un país con una cultura deportiva raquítica. Nuestros mejores representantes deben radicarse en otros países si quieren competir al más alto nivel. Ellos saben que quedarse aquí y hacer su entrenamiento en Chile para competir localmente, es condenarse a la mediocridad. 
Chile, nos guste a no, no es tierra fértil para el deportista. Aquí no se cultiva el cuerpo ni la actividad física. Somos un país que prioriza el desarrollo intelectual por sobre el desarrollo físico o artístico. Nuestro sistema educacional no está diseñado para el deportista. Tampoco para el artista. Desde que nuestros jóvenes entran al colegio, comienza el asesinato de talentos. 
Así de duro fue Hector Noguera, premio nacional de artes, en un conversatorio sobre educación de calidad. Para ilustrar el punto, lo cito textualmente:

"Hace algunos años me encontraba en el aeropuerto Heathrow en Londres cuando repentinamente se me acercó un chileno de contextura atlética que no superaba los diecisiete años. Me preguntó si yo era el actor que tantas veces había visto en televisión. Le respondí afirmativamente. Luego quiso saber qué era lo que yo estaba haciendo ahí. Le expliqué que venía de un congreso de teatro en Alemania, y a renglón seguido le pregunté yo sobre qué era lo que a él lo traía a Londres. Me respondió que había participado en un campeonato de artes marciales, y con un silencio capcioso me invitó a preguntarle cómo le fue. Lo hice, y su respuesta fue catártica: “¡Gané, soy campeón del mundo!”. Lo felicité, claro. “¿O sea que estoy sentado al lado de un campeón del mundo?”. El chico comenzó a relatarme su hazaña con el entusiasmo que sólo surge en alguien que hace lo que ama, es decir aquel que se entrega en cuerpo y alma a una actividad u oficio desde lo que llamamos pasión, para practicarlo con ese nivel de perseverancia donde el tiempo se torna relativo, insignificante. No me atreví a interrumpirlo. “Le gané hasta a los chinos, que son los mejores en esta disciplina. Lo único que quiero es llegar a Chile, ya que todos me estarán esperando”.
Todos. Retuve esa palabra hasta que subimos al avión y me dormí. Me despertó el llanto de un lactante al momento del aterrizaje. Al salir de Policía Internacional el chico iba caminando adelante, lo que me permitió ser testigo de cómo un puñado de personas lo vitoreaban, lo zamarreaban y lo elevaban. No estaba la prensa, ni menos los centenares que acostumbran a esperar a los titanes de los deportes populares. Todos fue una palabra grande y significativa. Honesta, inocente, contenía el universo del campeón mundial, donde sólo cabían sus afectos: sus familiares, amigos y compañeros. No faltaba nada ni nadie, por supuesto. Ahora me pregunto: ¿Qué será de ese campeón mundial? ¿Estará haciendo lo que ama, o estará en un oficio que nada tiene que ver? ¿Qué será de ese club que lo formó? ¿Seguirá existiendo o habrá muerto por falta de recursos? ¿Qué habrá pasado con sus sueños? La verdad es que no lo sé. Tal vez, como un caso excepcional, ese niño logró desarrollarse, pero lo más probable (como sucede tan a menudo en nuestro país) es que no. Seguramente le dijeron: “Ahora déjate de leseras, tienes que sentar cabeza, así que vas a comenzar a estudiar y elige una carrera que te permita ganar buena plata, o bien comienza a trabajar nomás...”. Y el niño, junto con sentir la frustración de su sueño, debe haberse dicho a sí mismo: “Chao con esto”.
Lo anterior sucede en las ciencias, el deporte, las artes, en todas las disciplinas y también en las escuelas. Y ocurre a diario, mientras la vida pasa por delante de todos. No obstante, de vez en cuando es la vida misma la que se encarga de ponernos esta foto enfrente. ¿Cuánto talento estamos tirando a la basura? ¿Cuántos “asesinatos” se ejecutan día a día con este sistema? ¿Cuándo entenderemos que el talento humano es el principal capital que tiene un país?

Para terminar el genocidio de los sueños y pasiones de nuestra juventud, tenemos que repensar la educación, buscando espacios relevantes para el desarrollo de los talentos individuales y evitando uniformar el desarrollo del joven con caminos requete-transitados.  Nuestros actuales políticos no han estado a la altura de sus responsabilidades. Así como aceptan la poda indiscriminada de árboles, también son cómplices en la mutilación de los talentos de nuestros jóvenes. Habiendo tenido la oportunidad para rediseñar íntegramente nuestro sistema educativo, han preferido concentrarse exclusivamente en aspectos económicos, obviando las atrocidades que una educación obsoleta e industrial puede generar en la cultura de su país. Si hoy son mal evaluados, el futuro los castigará con mayor severidad. 
Cada estudiante es un ser único y original. Una educación de calidad debe descubrir y potenciar los talentos individuales para desarrollarlos en su máxima expresión. Solo así lograremos fomentar una cultura equilibrada para las futuras generaciones. Solo así dejaremos de ser mediocres. Solo así encantaremos a nuestros jóvenes. Solo así sanaremos a nuestra sociedad.
Terminaré esta catarsis repitiendo esa pregunta del propio Noguera, que debieran responder nuestras autoridades: ¿Cuando entenderemos que el talento humano es el principal capital que tiene un país?

martes, 16 de agosto de 2016

De la Ciencia a la Conciencia ¿y de allí a Dios?

A veces uno se siente solo en la búsqueda de respuestas profundas. A veces uno cree que las preguntas existenciales que se te vienen a la cabeza son ideas propias. A veces pensamos que el cosmos gira alrededor nuestro. Afortunadamente no estamos ni pensamos solos. La reflexión humana es una actividad colectiva. Las ideas están en la noosfera y todos podemos contactarlas. Y el cosmos parece estar intrínsecamente relacionado con la psique humana, como plantea Richard Tarnas. A pesar de las apariencias, muchas personas inquietas y curiosas, intentan conectarse con su espiritualidad. Demasiada gente piensa que hay algo que no encaja bien con las explicaciones que actualmente puede dar la ciencia. Y están buscando nuevas respuestas. Son muy numerosas y están más cerca de lo que imaginamos. La masa crítica que impulsará el cambio de paradigma está creciendo.

Este fin de semana leí el libro reciente de Cecilia Montero: "De la Ciencia a la Conciencia". Una lectura rápida pero profunda que no puedo dejar de recomendar. El subtítulo, "un viaje interior", refleja la búsqueda que ha orientado su existencia. Una búsqueda que comienza con el método científico, pero que gradualmente abandona el escepticismo para explorar rutas que en occidente llamamos no tradicionales.

Desde su primera página, el libro vibra con la historia de un recorrido espiritual que nos devela su encuentro con una realidad no dual. ¡Como me sentí interpretado por sus palabras! Partimos desde diferentes experiencias, buscando un sentido más profundo para la vida. Su viaje interior y el mío, tienen muchísimo en común. La coincidencia de autores no puede ser casual. Parece que ambos  comenzamos desde la mirada evolucionista de Teilhard de Chardin y la visión espiritual de Sri Aurobindo para luego encontrarnos con Gebser, Steiner y Bateson, pasando por Bohm, Jung, Wallace, Watts, Capra y Krishnamurti, entre muchos otros. Por supuesto que Varela y Maturana también fueron visitados por Cecilia en su recorrido. De las casi 100 referencias que hace en este ensayo, puedo contar los los dedos de mis manos aquellas que yo no había leído. Asombrosamente curioso. ¿O no?

Yo sabía quien era. Incluso un par de veces, fui invitado a conocerla. El destino no quiso que nos juntáramos en aquellas oportunidades, pero intuyo que algún día, cuando yo esté mejor preparado, nos encontraremos. Entonces espero poder transmitirle mi profunda admiración por la honestidad con que describe su viaje y tener el privilegio de conversar en mayor profundidad acerca de algunos episodios de su libro que más me atrajeron. Sin perjuicio de los matices, creo que ella apunta en la dirección correcta.

Al mismo tiempo, cometiendo un pecado recurrente, leí otro libro (recomendado por Bill Gates) muy interesante: "The Master Algorithm" de Pedro Domingo, donde queda en evidencia que la inteligencia artificial y el aprendizaje de las máquinas permitirá procesar una cantidad de información realmente exhorbitante y proporcionará respuestas que aun no podemos siquiera imaginar. Las máquinas, literalmente están aprendiendo sin necesidad de un programador. Superarán rápidamente y por mucho la inteligencia humana y nos impulsarán a gran velocidad hacia una era tecnológica que transformará al ser humano en un superhombre. Será la época de la Superciencia.

Permítanme ahora compartir con ustedes una divagación personal:

Si el ser humano recorre el camino de la ciencia para llegar a la conciencia, y en ese trayecto intuyen una realidad no-dual, una unión absoluta entre cuerpo, mente y alma; entonces las máquinas podrían estar recorriendo en camino de la super-ciencia para llegar a la Super-Conciencia, una conciencia omnipresente, omnipotente y omnisciente. Entonces, tal vez sean las máquinas quienes nos lleven a reencontrarnos con Dios.

Ojalá sea así, porque no tenemos mucho tiempo para cambiar de rumbo. Ojalá sea así, porque de lo contrario lo más probable es Cecilia tenga razón y que las máquinas finalmente solo nos demuestren que vivimos en una gran simulación cósmica.






martes, 9 de agosto de 2016

Ser amable


Necesitamos ser más amables. Mucho más considerados, amistosos y gentiles de lo que somos. Nuestra sociedad es anoréxica en amabilidad. La falta de consideración es el principal pecado de nuestra época. Y yo soy el primero en reconocer una deuda enorme en este sentido.

Estoy convencido de que si fuese más amable, lo pasaría mejor. Por ejemplo, si fuese más gentil manejando, el tráfico no me estresaría sino que aprovecharía cada oportunidad para regalar una sonrisa y un gesto de respeto a los otros conductores para contribuir a la fluidez del tráfico. Y sin embargo, detrás del volante tiendo a ser más agresivo y egoísta, por ganarle algunos minutos al trayecto. Basta salir a la calle para reconocer que muchos chilenos compartimos este mal.Incomprensible.

Si fuese más amable en los negocios, supongo que también me iría mejor. Así lo demuestra Daniel Lubetzky en su libro “Do the KIND thing”. Toda la filosofía de sus negocios gira en torno a hacer negocios con consideración. Tiene sentido. Hoy por hoy, el éxito en los negocios depende directamente de la calidad de las relaciones con los clientes. Cuando una organización tiene un profundo respeto por sus clientes y los trata con el cariño que se merecen, se desarrolla un vínculo basado en la confianza que contribuye a repetir la experiencia. El cliente responde a la amabilidad con fidelidad. Y tener clientes fieles es fundamental para alcanzar el éxito.

Si fuese más amable en mi vida social, posiblemente habría herido a menos personas y tendría bastante más amistades. No es que tenga pocos amigos, es que he perdido muchos en el tiempo. La descortesía, muchas veces inconsciente, debe ser la principal causa de que los lazos de amistad se resientan y los amigos se distancien. Si volviera a vivir, intentaría ser mucho más amable.

Esta es la propuesta que hace el gran Humberto Maturana al proponer la Biología del Amor como antídoto para el patriarcado frío e irrespetuoso en que vive la sociedad occidental. Cuando Maturana habla de Amor, se refiere al sentimiento de benevolencia, cariño y atención que nace de una conducta respetuosa por los demás. Concuerdo con su diagnóstico. Nos falta humildad y gentileza. Según él, la inteligencia es la capacidad de actuar en armonía con las circunstancias. Y si realmente somos inteligentes, cuando tratamos con personas, siempre debemos tener respeto y consideración.

También es la propuesta que antaño hizo Dale Carnegie en su libro “Como ganar amigos e influir sobre las personas”; un antiguo bestseller cuya recomendación para relacionarse conserva gran actualidad: “Sea amable y tendrá mejores resultados”.

Incluso si nos vamos a la contingencia, vemos ejemplos que refuerzan nuestra idea. El ex ministro José Piñera, en su reciente  y polémica entrevista de El Informante, podría haber explicado mejor sus ideas para perfeccionar las AFPs con una actitud más amable. La faltó inteligencia emocional, tal vez la dimensión más relevante de la inteligencia en la actualidad. La amistad cívica que ofreció, no era horizontal. Habló desde una superioridad inaceptable para el mundo plano del siglo 21 que describió Thomas Friedman.

Reconozco que si yo fuese más amable, sería mejor persona. Eso también es una gran verdad. Válida para muchos de nosotros seguramente. Lo interesante es que la gentileza se puede aprender. Antiguamente se decía que una persona amable era “bien educada”. Ese es el problema con la educación. No educamos bien. Por eso, el principal desafío de la educación del siglo 21 es volver a formar personas consideradas, incentivar conductas respetuosas y comportamientos civilizados. Allí, en la manera de relacionarnos está el principal obstáculo para la educación actual.
Hay que incorporar al currículo nacional la educación emocional, desarrollar habilidades sociales e incentivar conductas respetuosas hacia el prójimo. Esta es la tarea urgente para los profesores: Enseñar amabilidad. Y el secreto para eso es sencillo, ser amable. Porque como la experiencia demuestra, la amabilidad es contagiosa.

Y la recompensa de la amabilidad se parece mucho a la felicidad.

SER MÁS AMABLE, ¡¡¡ese es el gran desafío de estos tiempos!!!

lunes, 1 de agosto de 2016

El secreto del Curso de Felicidad


No estamos en esta vida para alcanzar la felicidad. No vivimos para tener una aventura hedonística. Esa es una ilusión superficial. Ciertamente el bienestar es un anhelo que todos compartimos, pero ese no es el sentido profundo de nuestra existencia. Nuestra vida tiene un propósito más profundo, una tarea secreta, que debemos descubrir. La vida es una oportunidad para evolucionar, para desarrollar nuestros talentos y sobreponernos a nuestras debilidades. Para hacer, con nuestro andar, el camino del bien. Es una confrontación moral entre nuestras cualidades y nuestros defectos, una lucha que se libra interiormente ante los acontecimientos que experimentamos (que debemos reconocer como eventos que pretenden  orientarnos hacia una mejor versión de nosotros mismos). Todo lo que nos sucede tiene encriptado un mensaje que nos intenta alinear con el sentido último del Cosmos.
Nacemos inmaduros y frágiles. Con un carácter débil, miedoso, egoísta y orgulloso y desde nuestra tierna infancia quedamos expuestos a enormes tentaciones que pueden desviarnos de nuestro mejor destino. ¡He ahí el gran desafío! Nacemos con nuestras cualidades aun por desarrollar.
Por eso, siempre necesitamos el apoyo permanente que puede brindarnos un ambiente amoroso y protector. Necesitamos un ecosistema favorable para evolucionar. Al comienzo, el cariño lo provee la familia; luego debiéramos encontrarlo en el colegio y más adelante en las amistades. Necesitamos la contribución de muchos para mejorar. Es que la vida es una aventura colectiva. Mucho más interconectada e interdependiente de lo que a primera vista estamos dispuestos a reconocer.
Se desprende entonces, que debemos viajar por la vida con humildad, para mantener controlado a nuestro orgullo. Y enfrentar el pecado, con virtud. Así, podremos desarrollar un carácter más íntegro que nos ayude a distinguir el rumbo correcto, plenamente comprometidos con el bien, el amor y la verdad.
Tendremos que coger las manos generósamente tendidas que aparecerán en nuestro recorrido y pedir ayuda cuando estemos perdidos. Y confiar en que seremos aceptados a pesar de nuestros éxitos o fracasos. Pero sobre todo, acallar nuestro ego, soberbio y autosuficiente, que intentará imponernos su visión parcial y subjetiva. Porque, al no poder dimensionar la magnitud de nuestra ignorancia, necesitaremos el conocimiento recursivo del ser humano y la sabiduría que nuestros ancestros nos han legado, para avanzar.
Una de las brújulas más importantes para nuestro caminar es encontrar una causa superior. Una obra que concentre nuestros esfuerzos, dirija nuestros pasos y motive nuestro progreso. ¡Una vocación! Y para encontrarla, tendremos que aprender a escuchar lo que la vida nos está pidiendo. En la elocuencia de las sincronicidades hay un mensaje que sólo descifraremos si logramos silenciar nuestra mente, abrir el corazón y confiar en la intuición.
Entonces, si somos conscientes de nuestras limitaciones, la tarea diaria es bastante sencilla. Mejorar quienes fuimos ayer. Así, paso a paso, día tras día, crecemos, madurando lentamente y contribuyendo diariamente a mejorar el mundo en que nos tocó vivir. Y si hacemos esto con alegría, habremos descubierto el secreto del Curso de Felicidad…

La felicidad es una ilusión que puede transformarse en realidad virtual si:
Una ilusión indistinguible de la realidad
  • despertamos dispuestos a mejorar quienes fuimos ayer…
  • vivimos cada día con alegría, impulsados por una tarea noble...
  • nos dejamos llevar por el mensaje que nos susurra el azar...
  • nos dormimos habiendo comprendido mejor ¡quienes somos y adonde vamos!